Gente
El mundo paranormal de Cantora
Chabelita que ríe sola frente a una pared, un cuadro del que fue el dueño y señor de la finca con entidad propia y aún más misterios por descubrir.
Isabel Pantoja no se hay pronunciado sobre las confesiones que su hijo Kiko Rivera ha soltado como perlas inquietantes desde su encierro en la casa de «GH Dúo» en Guadalix de la Sierra. Su madre buscó el retiro voluntario de Cantora para encontrar la paz. Y lo hizo en dos ocasiones cuando la tragedia la visitó. Primero al quedarse viuda y después tras cumplir sus cuentas pendientes con la Justicia. La finca que compró Paquirri se convirtió en una fortaleza inexpugnable donde se vivían situaciones cuanto menos extrañas. Unas tenían explicación, como los desencuentros afectivos en la unidad familiar pantojil.
Chabelita ha contado previo pago y sin despeinarse cómo el tío Agustín la convirtió en invisible. Por sus innumerables testimonios un fantasma hubiera tenido más entidad que ella en el recinto de Cantora. Este desapego nada tiene que ver con las experiencias extrasensoriales que ha relatado Kiko Rivera y que sucedían en la intimidad del hogar. Unas vividas en primera persona por el primogénito Rivera Pantoja y otras narradas por la artista (suponemos) al calor de la lumbre. Una escenografía que podría servir perfectamente para ilustrar «Cuarto Milenio», el programa de Iker Jiménez que es más llevadero ver en compañía que en solitario. Si Amenábar se entera de las experiencias paranormales de parte del clan Pantoja es posible que pueda trasladarlo a uno de sus fantásticos guiones.
Pero vayamos por partes. En Cantora hay muchos recuerdos de Paquirri que forman parte de la decoración de la casa y sirven para que siempre esté presente en la memoria de todos los que viven o llegan al cortijo. Fotografías, cabezas de toro, premios... y un gran cuadro del torero vestido de luces mirando al frente. Resulta que según Kiko esta pintura con la imagen de su padre formaba parte de las experiencias fuera de lo común de Chabelita cuando tenía 8 años.
Una de las veces la niña explicó a la madre y al hermano mayor que el hombre del cuadro la hacía reír por la noche cuando estaba en su habitación. Ahí quedó la historia que ahora ha actualizado el concursante de «GH Dúo». Sus explicaciones han servido para recordar una anécdota que relató una cantante amiga de Pantoja y que tenía que ver con situaciones ajenas a la normalidad doméstica. La protagonista del sucedido era también Chabelita, que se entretenía mirando a una pared mientras sonreía. La cantante amiga, muy supersticiosa, prefirió no indagar ni preguntar a la niña la razón de su risa, ni qué veía en esa pared vacía que le hacía tanta gracia. «Hay veces que es mejor hacer como que no ves nada», contaba la testigo presencial rememorando ese momento en la infancia de Isa Pantoja.
Algo así como los supuestos fenómenos paranormales que durante un tiempo sucedieron en el palacio de Linares, hoy Casa de América frente a la Cibeles. Y definiendo esos fenómenos como acciones que no tienen explicación científica. Para Kiko Rivera desde luego no la tenían y dejó al resto de concursantes expectantes por si había alguna otra cuestión relacionada con esos momentos esotéricos de la vida en Cantora que hasta ahora se desconocían. Una niña pequeña que se divierte sola frente a una pared, un cuadro del que fue el dueño y señor de la finca con entidad propia como si fuera el retrato de Dorian Grey y aún había más misterios por descubrir.
Y también el contador de historias era Kiko, que volvió a dejar estupefactos a sus compañeros de «reality». A diferencia de sus dos hermanos Rivera Ordóñez que son guapos de nacimiento, el tercer hijo de Paquirri nunca lo ha sido. Cayetano heredó los ojos de su padre y Francisco los rasgos de la bella Carmina Ordóñez. Kiko ha tirado más a la familia materna de Pantoja, sobre todo a Ana Martín, la abuela. Y lo más destacable es que hemos visto la evolución física del Dj desde que vino al mundo y, por lo tanto, hay constancia gráfica. El siguiente fenómeno que relató fue que nació con los ojos de color azul intenso y que se volvieron marrones cuando murió Paquirri. Esta historia formaba parte del anecdotario familiar y que contaba Isabel Pantoja a su hijo.
Y aún hay un tercer encuentro en la tercera fase. En este caso tendría que ver con la leyenda que rodeó las viviendas de la artista y de Encarna Sánchez en la urbanización La Moraleja de la que se dijo existía un túnel que unía los dos chalés. Pura fabulación, porque la distancia entre ambos domicilios era de más de diez kilómetros y habría hecho falta una tuneladora como las que se utilizaron en la construcción de la M-30.
Chabelita y su intensa personalidad
Kiko Rivera ha sido el encargado de dar a conocer los “poderes” de su hermana Chabelita. Hasta ahora la protagonista no ha dicho ni mu, pero una vez que el primogénito lo ha verbalizado es posible que el siguiente paso sea rentabilizar esas historias paranormales. Sus amores estacionales ya interesan menos quería quitársela de encima. No convenció al actor dándosela por un millón setecientos mil euros y con la locutora tuvo mas éxito, porque luego fue refugio para allí convivió en amor y compañía con la Pantoja. Deberían nombrar sitio como de interés histórico.
Al matador lo oyeron tararear preparado para el nuevo traspiés y los desgarros que ellos toman por heridas de guerra cual hizo en el cincuentenario de la muerte de Manolete. Tras una tarde impoluta y casi mágica, Ponce tuvo la sorpresa desagradable del triple, doloroso y asustador enganchón que le obliga a cortar la temporada que remataría en las fiestas del Pilar, según lo acostumbrado que abre temporada en la feria de Castellón y concluye a un paso del otoño, en ello estamos.
Ocurrió en esa Valencia que no abandona su torería con olor a bunyols aunque usando la plaza para otro tipo de eventos a fin de rentabilizarla como hizo en l966 bajo una inmensa nevada que cubría las calles y dejaba aterido al entusiasta y curiosete respetable. Pese a eso, Bárbara Rey se casó, con velo largo bajo paraguas protector del aluvión, con Ángel Cristo –entonces en su mayor esplendor circense– en una tarde gélida de las que no abundan por allí, que no duró lo que temían: pensaban por marco esta plaza de primera que resurge con las Fallas aun con el latoso imprevisto del tren fallando hasta 52 veces en un trayecto de apenas tres horas. Menudo rencor para protesta y casondeo fallero. También es inasequible al jolgorio josefino, este año parece que batieron récord de visitantes gracias al buen tiempo tan soleado que invitó a patear los aledaños del Turia. Aun con campañas antitoreras, no destierran la afición y el entusiasmo de una tierra fiel y tradicional. Es en las pocas cosas que se mantienen firmes con cartel igual de postinero como si estuviéramos en los años 60. Su calidad y gancho tienen el atractivo de los mejores tardes.
«Mi mujer –la guapa y elegante Paloma Cuevas ya madre de dos niñas cuyas fotos enseña embobada abriendo la cartera– es el gran apoyo de mi vida», exaltó, reconoció y agradeció Ponce todavía sudando y ante clamorosos bravos. Son gajes del oficio. Minimizó y ya está presto para la próxima embestida.
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