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El reloj-joya de Franco, a subasta

La Razón
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Se busca responsable y, así, la opinión pública tira a dar, no sé si intentando afilar la puntería o más bien desviar el impacto. Descubrir qué miembro de la familia Franco ha sido el autor de la venta se ha convertido en la gran comidilla navideña y las preguntas se repiten como un dedo acusador. Muchos lo ven como una desfachatez que supera la que protagonizó en otros tiempos Carmen Franco, o así se la acusó sin base. ¿Se acuerdan? Aquello de querer llevarse al extranjero unas insignificantes medallas –al menos en valor real– para convertirlas en un reloj de salón que evolcase la memoria franquista. Los descendientes de Franco y su entorno andan nuevamente en entredicho ante esta venta que Segre realizará el próximo jueves. Se trata de un reloj Vacheron-Constantin en oro de 18 quilates con «chatelaine» y una botonadura con gemelos. En total, seis piezas realizadas por los joyeros lisboetas Leitao –como lo fue Luis Gil o Aldao en su tiempo– creados para obseguiar al Generalísimo en la visita oficial de su homólogo portugués en 1961. El reloj, auténtica pieza de coleccionista, lleva una inscripción que prueba su origen: «Ao Generalísimo don Franciso Franco recordaçao afectuosa de Americo Thomaz, 21-XI-61». Gemelos y botones tallados como si fueran hojas retorcidas y animados en su centro por una chispita de rubí, acordes al gusto de la época. Su precio de salida: 25.000 euros.

Coincidencias de revista

Mientras la sociedad rosa elucubra con la subasta, también tiene tiempo para hincar el diente a los reportajes tan alusivos a la Navidad. Todos rebrillan, como la Preysler lo hizo noches atrás al ser proclamada «joya entre las joyas» por la revista «Vogue», unos premios ya habituales en estas jornadas festivas –a ver si animan las ventas–. Isabel semejó una burbuja Freixenet bajo los insólitos dorados de su vestido, que podría haber combinado con las sandalias de Aquazzura. No hago más que oír hablar de ellas y leer comentarios en los blogs de las famosas. Naty Abascal las lanza desde su sección del mes en la revista «Fashion», ya una parada obligatoria en la lectura contemplativa de los reportajes de esta publicación. Al lector puede chocarle que ciertos elementos se repitan (vestidos, joyas, accesorios, etc.). Quizá lo desconozca, pero se usan en más de un reportaje. Así paso con el collar exhibido por Cayetana de Alba, trabajo de Carlo Zini realizado en pedrería roja, un símil de agua marina que apareció en «¡Hola!» sobre su enjuto cuello. Y es que la urgencia de los trabajos periodísticos, básicamente reportajes fotográficos que suelen realizarse el mes antes de la Navidad, obliga a exprimir y bisar prendas y accesorios, según el gusto o buen entender de los profesionales que los coordinan, entre ellos la insuperable Naty, que bate récords con su manual de cómo vestirse bien –lo mismo ocurre con las memorias de Belén Esteban, ya un auténtico bestseller encandilador–. También ocurrió con el Stelle McCartney dorado que primero lució Carolina Herrera hija y después fue magnificado por la percha de Alejandra de Rojas para los Premios Telva. Me pregunto qué será de su madre, la entrañable condesa de Montarco. También dónde se habrá metido Cuqui Fierro, que con su sola presencia hacía refulgir cualquier festejo, siempre con joyones impactantes de exquisito gusto. Volviendo al asunto de repetir traje, la venezolana también lo hizo con un pantalón Gucci en lentejuelas y plumas que primero se vio en Parsida y luego paseó Nieves Álvarez. Por ello, los estilistas hojean, repasan, anotan las reiteraciones y cómo las combinan o disimulan. Son trucos navideños que en futuras ediciones Abascal debería incorporar a sus recetas indumentarias o acaso podrían servir de condimento para otro volumen que idea sobre la «cocina Naty».