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Fran Rivera, ¿hay boda o no?

La Razón
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No sé con qué cara quedarme. Vivo en un sinvivir, a pesar de que conozco las hazañas publicitarias del hijo mayor de Carmen Ordóñez, a la que no dejo de añorar. La sorpresa de esta semana ha sido en «¡Hola!», donde el torerito que no alcanzó la pureza de Ordóñez y Paquirri anuncia para el 14 de septiembre su boda con Lourdes Montes, mientras que en la revista «Love» –con sus portadas siempre desconcertantes– lo desmiente. Esto es como el juego de las margaritas primaverales, muy oportuno para el tiempo que nos toca. ¿Se casa o no? Me incluyo al considerar más creíble la información de «¡Hola!» en la que el primero de los supuestos la pareja –ella debuta en pasarela para el próximo Pronovias barcelonés– se muestra más precisa y anticipa su matrimonio.

Por otra parte, choca que la que es considerada como «su revista oficial», donde Nati Abascal aparece esta semana hasta tres veces en actos diferentes, no contenga la exclusiva del bautizo de sus nietos. Fue el pasado sábado con una celebración en el Castillo de Viñuelas y Nati ya me había adelantado «que no va de exclusiva». De ahí las prisas de Luis Medina para abandonar la deportiva cita social de su primo, Pablo Hohenlohe. Desapareció sin dejar pistas ni concretar el motivo de su marcha, aunque tampoco es que hiciese mucha falta ahora que ha retomado su actitud borde. No perdí la ocasión de comentárselo a Nati con un «no parecen hijos educados por ti, querida», y ella puso los ojos en blanco vestida en colores anaranjados para acudir al acontecimiento familiar que la convierte en la abuela más joven –al menos de estampa– de España.

También aparece en la revista semanal por acompañar a Cayetana de Alba en la presentación de su segundo libro. Allí echaron en falta a su sufrido y casi caritativo clan de amigos sevillanos, aunque fueron reemplazados por Manuel Colonques, que nadie sabe qué pintaba allí. En Madrid, también la marquesa de Santa Cruz quiso apoyar a la Duquesa con su presencia. Cayetana juega con sus amigas íntimas como si fuesen monigotes, siempre a su antojo.

Cunde el pánico tras la publicación de las sentencias del «caso Malaya», y me sorprende que todos aparezcan con su condena en años –de 3 a 7 años respetivamente en el caso de Mayte y de Julián Muñoz– mientras que usan meses –veinticuatro– para, quizá, magnificar, la de Isabel Pantoja. Así ha sido, porque la Justicia no se equivoca nunca. La semana pasada me aseguraron que la tonadillera –muy propicia a desmayarse– ya conocía su destino y no entraría en prisión como Julián y Mayte. «Nuestras hijas están deshechas al ver que también encarcelarán a su tío», me contaba una entristecida Zaldívar, viendo que su novio, Fernando, no podía ni hablar. Y ante esto me pregunto quién pone detrás de todos los eventos y espectáculos televisivos, como el de anteayer con la resolución del juicio, al apayasado «mosito feliz». Es el reo en las culpas, el bebé en los bautizos y una fea presencia donde se presenta para conseguir importunar sin que haya guardias que lo alejen. ¡Qué país, Miquelarena! Y a buen entendedor... pocas palabras bastan.