Miami

Julio Iglesias y Miranda ya no viven juntos

Julio y Miranda, sonrientes, en una boda en 2008
Julio y Miranda, sonrientes, en una boda en 2008larazon

El runrún se hizo carne en este Miami españolizado. Para empezar, Anita Obregón entrevistó micro en mano –¡«horreur», ver para creer!– a Yola Berrocal.

El runrún se hizo carne en este Miami españolizado. Para empezar, Anita Obregón entrevistó micro en mano –¡«horreur», ver para creer!– a Yola Berrocal. Mientras, David Ferrero marcaba impronta en el Open de tenis de Miami, donde Feliciano López y Alba Carrillo exhibieron su amor, tan en pañales como lo está la tienda que Rosa Clará acaba de abrir en estos lares. La diseñadora remató la «fashion-week» –pródiga en lentejuelas– y puso el broche de oro junto a Cavalli, Versace, Ferretti y Moschino. Dejó pasmado al «front row» con cuarenta trajes que se vieron en primicia, adelanto de lo que ofrecerá en el Gaudí Novias si llegan a un acuerdo sobre las deudas. Porque la crisis no perdona.

Y esa palabreja tampoco ha tenido misericordia con otro matrimonio que está en la cuerda floja, pero que lo tiene todo atado y bien pactado. Me refiero a Julio Iglesias y a Miranda, cuya relación nunca ha dado pie a la improvisación y que compone algo que se podría poner como ejemplo de cordialidad y entendimiento doméstico. Con papeles bien asumidos y casi bajo un contrato con muchas cláusulas, ninguno se anda por las ramas y por eso funciona. Un convenio que acaso chocaría a Isabel Preysler, quien sí se casó por amor cuando nadie apostaba por el éxito de Julio. Y es que las cosas han cambiando: ahora es un triunfador artístico que siempre teme ver revelados sus secretos de alcoba.

Pechugonas por amor

Recuerdo el incidente con Nathalie –que ahora trabaja en el consulado francés de Miami–. Fue durante el 40 cumpleaños de Julio en el hotel Ritz, propiedad de Al Fayed, cuando Alfredo Fraile seguía haciéndole de mánager. El cantante se cogió un enorme cabreo creyendo que alguien le había traicionado y casi nos desaloja a los doscientos que habíamos ido a la celebración. Costó aplacarle y la situación se salvó porque no había habitaciones en otros establecimientos caros. Creía de su propiedad a la guapa –tan pechugona– y a todas las que vivieron un romance con él. Al final, si las chicas no tenían delantera, acababan por ponérsela.

Todo son conjeturas ahora que nos hemos enterado de que la pareja vive separada: uno en Punta Cana, arropado por el matrimonio Rainieri, tan amigo de Felipe González y Maribel Yébenes, de Clinton y de Kissinguer, y la otra tiene para ella el Indian Creek. Los medios nos quedamos pasmados cuando han confirmado que los pequeños –bueno, ya no tanto– de Julio y Miranda por fin dejan de tener profesores particulares y estrenan escuela. Ya les tocaba. Acuden al Miami Country Day School, a diez minutos del casoplón familiar, que tanto frecuenté en su primera etapa, cuando todavía olía al Jaime Parladé que lo diseñó. El decorador no logró eliminar el aire sombrío de ese interior marmóreo, aumentado por la falta de libros y pinturas. Resultaba un complejo inhóspito, salvo en la cálida «house pool» donde con Virginia «la flaca», otro de sus amores, ayudé a plantar las hoy airosas palmeras. Indian Creek nunca fue la casa de Chabeli, Julio José y Enrique, que vivían con su abuela Charo de la Cueva a quince kilómetros. Bautizaron esa residencia como «El convento» porque había pertenecido a Fraile y los suyos. Aquello sí era un hogar y Julio no paró hasta conseguirlo. Y, sin embargo, ahora la rubia «disfruta» con la distancia que da reposo al divo de los 300 millones de discos –ya será alguno menos– y ella obtiene más libertad de movimiento.