Nueva York
La diosa Cibeles, lista para desfilar
A las escaleras mecánicas les cuesta arrancar. Alguna que otra puerta se queda atrancada. En peluquería se repasan las últimas pruebas. El taladro suena al fondo de la pasarela y un grupo de modelos espera para hacer el «fitting» de Ana Locking. Vienen de probarse en Roberto Torretta. «Para esta nueva colección hemos trabajado especialmente la espalda. A veces nos preocupamos tanto del escote que nos olvidamos del gran atractivo que puede mostrar una mujer en la espalda», explica, a la vez que da los últimos retoques a un vestido largo de satén en cobre con el que hoy desfilará Sheila Márquez, una de las «tops» españolas en alza. El creador argentino cumple 30 años sobre las pasarelas y este aniversario hace que sea él el responsable de abrir hoy en el pabellón 14.1 de Ifema la 58º edición de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid –Cibeles para los amigos–. En total, 44 diseñadores expondrán sus propuestas para la primavera/verano de 2014, a los que se unirán otros 10 jóvenes valores en el Ego. «Me lo he pasado fenomenal en estas tres décadas. Puedo decir, a pesar de los momentos de dificultad que se pueden pasar, que es una profesión maravillosa. ¡Y encima no madrugo! Es un lujo», bromea Roberto, quien asegura que, echando la vista atrás, «éste es un buen momento para parar, perfeccionar y crear estrategias nuevas, apostar por otras líneas comerciales, mejorar el posicionamiento internacional... Sobre todo, cuando tienes el bagaje de haber sido testigo y protagonista activo de los cambios vividos en la moda de este país». Este ejercicio de memoria estará presente sobre la pasarela. No porque vaya a llevar a cabo una retrospectiva –«no me gustan esas cosas»–, sino porque pretende repasar su historia en el diseño a través de los cinco tejidos que han marcados sus colecciones: cuero, jersey, crep, gasa y tafeta.
Nuevos horizontes
El azul y el verde son los tonos que marcan la vitalidad de un creador que dice no temer a esta crisis, aunque sí reconoce «que es la peor que hemos pasado, sin duda. La de 1992 la viví de refilón, pero ésta realmente nos está haciendo cambiar a todos la manera de actuar, de ver el negocio». Quizá éste es el desafío que desde hace unos años está sobre la mesa de los diseñadores españoles: cómo conjugar creación y empresa. Algunos, como David Delfín o Kina Fernández han tenido que renunciar a desfilar para cuadrar números. En otros casos, este deseo de redefinirse como firma les ha llevado precisamente a buscar nuevos horizontes. Ahí está el avance de Josep Font para DelPozo en la Semana de la Moda de Nueva York, donde no sólo exhibe sino que vende. «Que les vaya bien a ellos es una suerte para todos», explica Nuria Sardá desde el «backstage», donde prepara su «performance» para el sábado. Dará que hablar, aunque sólo sea por unos tacones de plataforma infinitos que hacen que las modelos lleguen prácticamente al espacio cibelino. Una apuesta futurista que huye del desánimo para mezclar lo metálico con el plástico en los trajes de baño y jugar con los cristales en la ropa interior. Cerca del camerino de Andrés Sardá también pasan revista a las modelos los hermanos Ailanto. «Iñaki, pruébale ese ''look'' con la camisa por fuera para ver qué efecto da». Hoy también les toca pasar la prueba de fuego. Por eso ayer auguraban una tarde larga para que no se escape ni un solo dobladillo y para conseguir el largo exacto de los vestidos. Aunque la pasarela sentencia, en la percha los abrigos para la próxima primavera que plantean saben a esos cortes delicados que siempre logran Aitor e Iñaki, como los estampados de claveles o las margaritas de guipur. Junto a ellos, también habrá que estar pendiente a lo largo del fin de semana a la incorporación de Juan Vidal, así como al regreso a Cibeles de Carlos Díez, un tradicional de la casa pero rebelde siempre en sus propuestas. Y mientras los Ailanto deciden, Rubén Bejarano supervisa que todo esté listo en el espacio de Solán de Cabras para que el restaurador Ramón Freixa sorprenda a cuantos se acerquen por allí con una sorpresa culinaria. Es sólo una de las propuestas de la antesala de la pasarela donde se reúnen los diferentes «stands» de los patrocinadores, así como los puestos en los que diferentes creadores noveles de nuestro país venden algunas de sus piezas.
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