Cataluña
César Cabo: el «controlador» de Ciutadans
«No me asustaría ir en las listas del Congreso, lo pensaría sobre la marcha», asegura César Cabo después de respaldar al partido de Albert Rivera
El controlador aéreo más popular del país ha dado un paso al frente y apoya públicamente a Movimiento Ciudadano.
Twitter fue el punto de partida. César no es un adicto a las redes, pero sí conoce su potencial y se maneja con soltura. Un día se cruzó unos cuantos caracteres con Albert Rivera, fundador y presidente de Ciutadans. Y saltó la chispa. «Aquello ocurrió hace dos años y descubrí que teníamos una cierta afinidad ideológica y simpatía personal». El siguiente paso fue conocerse. La semana pasada daba un salto cualitativo cuando el controlador aéreo más popular del país decidió dar un paso al frente y apoyar públicamente a Movimiento Ciudadano, la plataforma que busca extender el partido por toda España. «No es un tema de volver a la palestra ni de oportunismo. Alguien me pide colaboración para ayudar en un proyecto en el que creo y yo empujo sin ningún ánimo de figurar. Si eso me lleva a un lugar de cierta relevancia, lo asumiré. Ya me expuse a la opinión pública en una coyuntura muy complicada; la presión de la política no puede ser peor», reflexiona para LA RAZÓN sobre su papel como portavoz de la Unión Sindical de Controladores Aéreos.
«Política de honestidad»
«Como ciudadano que soy, tengo un descontento compartido con gran parte de la sociedad y creo que la propuesta de Albert Rivera es un soplo de aire fresco y un ejemplo de que se puede hacer política con honestidad». Eso sí, César no busca sentar cátedra ni demonizar a quienes toman la palabra en la Carrera de San Jerónimo. «En España nos quejamos mucho, pero nadie se quiere mojar. Y cuando te mojas, te atizan. Rubalcaba o Rajoy pueden no gustarme, pero, al fin y al cabo, están dando la cara». Con esta premisa, si le pide Rivera ir en las listas del Congreso, ¿aceptaría? «Lo pensaría sobre la marcha, pero no me asusta esa posibilidad. En el fondo moverte dentro de un sindicato o ser presidente de una comunidad de vecinos –que ya me tocará– también es política». En ese momento, uno duda si le resultaría más complicado enfrentarse a la vecina del quinto por unas goteras o al líder de la oposición en la Cámara Baja. César pone sensatez: «Sin duda alguna, es más complicado ser presidente del Gobierno, aunque hay comunidades que son para darles de comer aparte. Además, con los vecinos tienes que convivir en la escalera todos los días. Rajoy tiene la ventaja de poder irse a la Moncloa y que nadie le maree en casa».
Si Valvanuz –léanla en la página impar– estuviera frente a Cabo mientras se toma un té verde, vería en él un político futurible con un discurso ordenado, con voz impostada en su cadencia justa, una mirada que convence, gestos que convencen... «Si me metiera en política, perdería dinero, soy honrado». Es partidario de una segunda transición «para que el Estado vuelva a funcionar a favor de la gente», apuesta por «consensuar asuntos básicos como la separación de la justicia y la política, un pacto educativo duradero y reformar la administración pública. Con el tema de Cataluña hay que ser firme, pero respetuoso y constructivo. Pero, para mí, Cataluña es España».
A priori, Rivera y Cabo parecen un tándem perfecto de guapos en un hemiciclo donde la imagen no suele cuidarse, como sí hacen los americanos. «Albert no ha llegado por su físico a donde está. El envoltorio ayuda pero ha sido capaz de construir una imagen del político diferente, generando empatía». ¿Y César? ¿Lo consigue todo por su cara bonita? «No soy actor ni modelo, me levanto todas las mañanas para controlar aviones y ahí da igual el aspecto que tengas, lo importante es que estés cualificado para tu trabajo y hacerlo bien». Aunque en uno de los post de su blog reflexiona sobre la crisis de los 40, no parece que le afecte. «No es algo terrible. Sólo me lo planteo viendo qué me queda por hacer». No es futbolero, pero sí del Estudiantes –«uno es alumno del colegio Ramiro de Maeztu siempre»–. Le va más el «running». Corre una media de 40 kilómetros a la semana y desde hace dos meses entrena para triatlón. «No significa que haya que echar a correr. España está para quedarte y ayudar».
Tras aquel «boom» mediático, ya no le piden fotos ni autógrafos. Tampoco los echa en falta. No se considera una «celebrity». «En el último año he tenido la oportunidad de participar en un "reality"tirándome de un trampolín. No lo he aceptado porque ni me tienta ni me interesa para nada la fama o figurar».
El héroe de la crisis
Asegura que se convirtió en controlador aéreo «de casualidad». Fue en su regreso a España tras una temporada trabajando fuera. Se ganó una plaza dentro de las 150 que se plantearon en un concurso público al que se presentaron más de 8.000 candidatos. De aquello hace 15 años. También fue accidental el que se convirtiera en portavoz de los controladores a raíz de la crisis que hace tres años se generó cuando miles de pasajeros se quedaron en tierra durante el puente de la Inmaculada, que obligó a declarar el estado de alarma. Lo hizo con su título de periodista bajo el brazo: «Hasta entonces no había ejercido. De las 23 causas judiciales, se han cerrado 19. En ellas, los jueces nos han dado la razón al considerar que ningún controlador abandonó su puesto de trabajo y que no hubo huelga». Reconoce que dar la cara por sus compañeros le quitó «la ingenuidad como ciudadano, pude ver de cerca los ''lobbies'' y los intereses cruzados en la esfera política».
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