Buenos Aires
Cristina Bergoglio, la sobrina pintora del Papa vive en Madrid
Vive en España desde hace 17 años. «Mi hermano y mi padre tienen los mismos rasgos fisionómicos que Francisco: la barbilla alargada, las orejas grandes... Yo soy el retrato vivo de mi madre», explica esta artista argentina a LA RAZÓN. ¿Su parentesco con el Obispo de Roma? El bisabuelo de Jorge Mario y el abuelo de ella eran hermanos. Volcada en su obra plástica y escrita, Cristina Bergoglio fue elogiada por Umbral: «Ella es la selva virgen»
«Para usted, unas dosis de paciencia». «Tiene que cuidarse la autoestima». «Aprenda a decir no». Uno a uno, los ancianos de la residencia «Nuestra casa» de Collado Villalba, reciben de ella una palabra de cariño y de ánimo a modo de receta. Todo, después de escuchar una conferencia que forma parte de «Los viernes de la residencia» de la mano de la Fundación Esther Koplowitz. Cristina les firma su libro mientras les mira más allá de los ojos y escucha a su «paciente».
Alguien recoge el libro, mira el autógrafo y relee el apellido. Ber-go-glio. Sí, como el Papa. ¿Será familiar de Francisco? «Soy sobrina nieta de Jorge Mario Bergoglio. Su bisabuelo y mi abuelo eran hermanos», comenta ella, que hasta el momento no había dicho ni «mu» del árbol genealógico a su auditorio, tampoco a quienes acuden a sus exposiciones o le compran uno de sus lienzos, valorados entre 3.000 y 20.000 euros. No le ha hecho falta ni busca ser reconocida por llevar la misma sangre que el Santo Padre. No fue necesario para que otro Francisco, Umbral, se deshiciera en elogios sobre su obra poética: «Cristina es un volcán en erupción», la definía el premio Cervantes, que aseguraba que «tiene una violenta necesidad de escribir o de vivir, no sé, porque se ve que escribe con todo el cuerpo. Ella transpira lo que ha leído, de lo que se ha impregnado, pero ya le sale una cosa distinta, un desorden que invita a volver a empezar. Ella es la selva virgen, aunque diga que no en un verso. Y a nosotros la selva nos coge de vuelta. Un poco de poesía de esta mujer ya es demasiado».
Lo cierto es que Cristina tiene esa misma capacidad de su tío abuelo de atrapar con la mirada, con sus palabras y sus gestos. Aun así, cuando uno se planta frente a ella, busca algo más que sirva de seña de identidad de los Bergoglio. Un ADN común con el primer Papa americano de la historia de la Iglesia. «Mi hermano y mi padre tienen los mismos rasgos fisionómicos que el Papa: la barbilla alargada, las orejas grandes... Yo soy el retrato vivo de mi madre». Parece unirles algo más que un apellido originario del Piamonte italiano del que emigraron los abuelos y los padres del actual Obispo de Roma hacia Argentina. Cristina es la única que dio el salto de la Pampa a España.
Tiene 46 años y reside en Madrid, después de que hace 17 hiciera las maletas de la Córdoba argentina, su ciudad natal, para alcanzar su sueño. «El mensaje que busco dar tanto con mi obra plástica como literaria es que cada uno de nosotros podemos vivir de nuestra vocación. Basta con escuchar nuestra voz interior para saber dónde tienes que ir, cómo tienes que buscar para hacerlo realidad», explica esta arquitecta de formación que también persigue «sanar a través del arte, a mí y al otro». Este reto nace de la experiencia personal: «Hace 20 años pasé un cáncer y a partir de ahí me dediqué a estudiar, entre otras cosas, Física Cuántica. Es una convencida de que, de alguna manera, «la enfermedad es un semáforo maravilloso del que hay que aprender a hacer una nueva lectura. Dios no manda la enfermedad ni uno tiene mala suerte por enfermar. Estoy enfermo, no lo soy. Estoy gordo, no soy gordo. Somos un flujo de energía en transformación».
Con esta declaración de intenciones, ¿la sobrina del Papa tiene fe? «Yo soy cristiana, me identifico con el mensaje del Evangelio, pero no tanto con la Iglesia», comenta, ubicándose así precisamente en esa «periferia» existencial que busca conquistar el Santo Padre a través de esa Iglesia de puertas abiertas con la que sueña. Es más, cuando su padre le hablaba de que tenían un tío sacerdote que después fue arzobispo de Buenos Aires, a ella le generaba rechazo por el simple hecho de pertenecer a la jerarquía eclesial: «Me negaba a leer nada porque pensaba que sólo por el hecho de ser obispo era una persona muy cerrada y hermética porque yo siempre he sido antidogmática». Un tópico que se le fue viniendo abajo a medida que la figura del cardenal crecía en el país. «Su labor por los más desfavorecidos ha sido muy real y concreta en los barrios marginales; me consta que ha ayudado a gente que se encontraba en situaciones extremas y traumáticas, no con palabras sino con hechos», explica Cristina, que comenta cómo «su austeridad, algo exagerada fue malinterpretada por algunos en Argentina creyendo que el mensaje que lanzaba es que ser pobre está bien, cuando no es así».
Poco a poco fue adentrándose en el fondo del prelado bonaerense. «Descubrí que había estudiado Psicología. Es un hombre que conoce la psique humana, la amargura interior, sabe cómo nos sentimos, que fallamos, que no tenemos fe en nosotros mismos... Ése es el punto que más nos une», asegura Cristina, que aplaude cómo su tío-abuelo «se ha revelado con un gran comunicador que está mostrando el mensaje esencial del amor y de Cristo, desde la tolerancia y la sabiduría». De la misma manera, está convencida de que va a completar «la limpieza» que ha comenzado en las estructuras vaticanas.
Como han hecho otros miembros de la familia, Cristina prepara ya su viaje a la Santa Sede. «Mi intención es ir a una de las audiencias generales de los miércoles con mi novio, que también se llama Francisco. Con darle un abrazo me basta. De todas maneras, no hay necesidad de que una sobrina vaya a molestar al Papa cuando todo va bien y mi carrera está en marcha». No irá con las manos vacías. «Le voy a llevar mi libro de espiritualidad, "Vivir renaciendo", y le pintaré un cuadro que tenga que ver con Asís, porque yo también soy fan del "poverello"y de su conexión con la naturaleza. Roma me parece demasiado ostentosa y la ve todos los días como para regalarle un lienzo de la ciudad y tampoco creo que a él le guste especialmente verse en un retrato».
Mientras, Cristina muestra a LA RAZÓN alguna de las obras que remata para exponer a lo largo de este año en Miami –marzo–, Portugal –abril– yHong-Kong –octubre–. Precisamente, en la segunda semana de marzo de 2013 la fecha del pasado cónclave, Cristina se encontraba en Lisboa. Algo sabía del trasiego que se daba en el Vaticano durante aquellos días, pero el miércoles 13, siguió con sus quehaceres en la capital portuguesa. «Estaba en la máquina elíptica del gimnasio del hotel cuando de repente vi en la tele, escuché el nombre y dije: "¡Mi tío!"». Casi al instante el teléfono comenzó a sonar. Eran familiares y amigos felicitándome. «Me tuve que bajar de la máquina por la sensación de estrés que me dio de repente», rememora.
«Los Bergoglio nos ayudamos por Facebook»
A raíz de la elección de Jorge Mario como sucesor de Pedro, los Bergoglio han creado un grupo cerrado de Facebook, que ha permitido crear un punto de encuentro familiar que ha servido de canal solidario entre ellos. «Algunos viven bajo el umbral de la pobreza y se ha establecido una red de apoyo hacia los que más lo necesitan. En mi caso, yo estoy echando una mano a un sobrino mío –aunque de edad es mayor que yo–», detalla Cristina, que a través de la red social hace «una traducción del mensaje del Papa para los más jóvenes al lenguaje práctico de cada semana. Me lo asignaron y estoy encantada porque cada vez que Francisco publica un tuit, yo lo interpreto "tips"prácticos para los jóvenes ayudándoles en su crecimiento. Por ejemplo, si él nos invita a llevar a Jesús en nuestro corazón cada día, yo busco la manera de que esto se aplique en lo cotidiano, en una entrevista de trabajo».
Este espacio virtual ha permitido fortalecer el encuentro que cada cuatro años organizan los Bergoglio. Tuvo lugar hace dos meses en Córdoba y, aunque Francisco no pudo asistir, sí está al tanto de esta cita a la que acudieron 400 personas. «Uno de los familiares le llevó a una audiencia la tarjeta conmemorativa, la foto oficial y un libro que hizo mi hermano contando la historia de la familia». Pero en el Facebook de los Bergoglio también hay hueco para el buen humor. «Hemos hecho un concurso del más orejudo», comenta Cristina sobre una de las características genéticas de la familia. «Ganó una señora que se llama Susana Armando, que las tiene mucho más grandes que el Papa», bromea la pintora. Entre los Bergoglio ilustres, amén del Papa, se encuentran el prestigioso médico infectólogo Remo Bergoglio y la misionera salesiana Ana Rosa Sivori –apellido materno de Francisco–.
LA CIUDAD TAMBIÉN LE UNE AL PAPA
Entre los libros de arquitectura que tiene Cristina en su estudio madrileño, uno se topa con «Dio nella Citta», uno en italiano que recoge algunos textos de Jorge Mario Bergoglio. «Dios vive en la ciudad y la Iglesia vive en la ciudad. La misión no se opone a tener que aprender de la ciudad –de sus culturas y de sus cambios– al mismo tiempo que salimos a predicar el Evangelio», aseguraba el que fuera arzobispo de Buenos Aires. Lugar de contemplación y acción para el actual Papa, y fuente de inspiración para la obra pictórica de ella. «Tiene un sentido místico. Quiero crear la belleza, expresar la belleza de Dios. Para mí la ciudad es "la caja del hombre"que hemos construido para vivir. Mis cuadros tienen dos ejes: reflejar la velocidad y el movimiento de la urbe, pero también el equilibro perfecto. Plasmo la esencia divina del hombre».
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