Libros

Londres

Jaime del Burgo: «Deberíamos dejarnos gobernar por mujeres»

El esposo de Telma Ortiz descubre en LA RAZÓN su faceta oculta, la literatura, y que publicará en enero una obra teatral en inglés: «The Hammock»

La Razón
La RazónLa Razón

La inmensa mayoría le conoce por ser el continuo objetivo de la prensa rosa, pero Jaime del Burgo es mucho más que una portada de las revistas del corazón. Es doctor en Derecho Financiero y Tributario y un empresario multidisciplinar. Fundó su primera empresa con 22 años y ahora, abandona el traje empresarial para mostrar su faceta oculta: la de escritor. A sus 42, se adentra en una aventura literaria que verá la luz a comienzos de enero, «The Hammock» («La Hamaca»), una obra que decidió escribir en inglés y de la que habla en exclusiva para LA RAZÓN.

–¿Qué encontrará el lector en este trabajo?

–Teatro. La experiencia de un hombre rico al que secuestran durante 615 días metiéndolo en un agujero. Mi idea original era contar con un único actor, luego se complicó. Daniel Toledo, el protagonista, sufre una catarsis durante el cautiverio. Es una producción muy cara. No creo que llegue a representarse. Al menos, podrá leerse.

–¿En qué se inspiró para crear a su personaje?

–En la ambivalencia innata que nos acompaña todo el tiempo. Nadie es tan bueno como pretende ni tan malo como aparenta. Somos extraordinariamente complejos en nuestra personalidad individual, única, no hay un ser igual a otro de entre los más de 7.000 millones que poblamos el planeta. Es fascinante.

–Su obra bucea en la verdad, como concepto.

–Descubrir la verdad oculta es una obsesión. Somos capaces de sonreír a alguien que odiamos, de actuar en contra de nuestro sentir. ¿Qué es verdad? Abraham Lincoln dijo que era posible engañar a todo el mundo una vez, o a uno indefinidamente, pero no a todos todo el tiempo. Daniel Toledo, hasta el inicio de su secuestro, sería la excepción. La verdad nos hace libres en un doble sentido: nos libera de la carga interior que arrastramos en la mentira y nos hace invulnerables porque quien nada oculta, nada teme.

–En «The Hammock» hay muerte y violencia, odio, traición, corrupción... ¿Se siente defraudado por el género humano?

–Hay eso, pero también lo contrario. La humanidad es hoy más compasiva, igualitaria y justa que nunca. Dos mil años después del nacimiento de Jesús, 1,7 billones siguen creyendo en su divinidad; para el islam, 1,1 billones, Jesús es uno de sus grandes profetas. No ha existido una figura histórica de mayor influencia. Su doctrina fue una revolución para su época. Sea uno creyente o no, la línea divisoria está ahí, en el año 0. Este mundo en el que vivimos, donde continúa habiendo guerra y sufrimiento, pobreza e injusticia, es sin embargo el mejor que hemos conocido.

–¿Tiene la obra un trasfondo amoroso?

–Sí, como trama principal.

–¿Y por qué se ha decidido por un secuestro como telón de fondo para la historia?

–Los secuestros abren paréntesis, son agujeros negros. El tiempo deja de existir para la víctima. Siguen una misma pauta psiquiátrica: hay un instinto inicial de supervivencia que alcanza la cima de la fortaleza humana, ahí se extingue y sobreviene el derrumbe emocional y físico. En el agujero negro tienen lugar las reflexiones profundas.

–La portada del libro muestra un bebé meciéndose en una hamaca. ¿Qué significado guarda? ¿Piensa en una futura paternidad?

–Un encuentro en la hamaca cambia la vida en libertad del protagonista. La verdad se manifestó yaciendo juntos los dos. Para él aquel instante supuso un renacer. Cuando el editor me mostró la fotografía que menciona, le dije que comprara los derechos.

–¿Por qué se ha decidido a publicar en el mercado anglosajón y no en el español?

–No hay motivo especial. La escribí en inglés.

–¿Cree que le tacharían de oportunista por publicar esta obra en España?

–¿Oportunista...? Sí, ya le entiendo. Un halago, una censura, ¿qué importancia tienen? El único crítico que cuenta lo llevamos encima y se llama conciencia. Es un camino muy largo en mi caso, difícil, el que conduce a la humildad. Al humilde le trae sin cuidado lo que piensen de él.

–¿Ha barajado la posibilidad de traducir esta obra al español?

–La traducción supone en la práctica reescribir un libro. Valoro en lo que vale el esfuerzo y trabajo de los traductores literarios. Hay expresiones muy difíciles de transcribir, íntimamente ligadas a la idiosincrasia de un pueblo y su lengua.

–¿A qué público va destinada?

–No lo sé. ¿Al amante del teatro contemporáneo?

–Dados sus importantes contactos, ¿cree que su obra sería una buena lectura para el presidente del Gobierno o el jefe de la Casa Real?

–No, no, no. El político es mi padre, Jaime Ignacio. Yo no sé de política. Llevo tantos años fuera de España...

–Si no nos han informado mal, trabaja desde hace años en diferentes obras literarias...

–Escribir me reporta placer. «Malamor» me llevó ocho años, es una novela que narra la historia de una obsesión. Cada verano me sumerjo en ella. Es lo menos malo que he hecho en mi vida y no pienso que llegue a publicarla. Escritor no es el que publica, es el que escribe con independencia de quién lo lea: la sociedad, sus íntimos, él mismo. En este sentido, sería un gran masturbador.

–¿Por qué se ha decidido a publicar ésta?

–Lo hago en contra de mi voluntad. Es difícil de explicar, y aún más de entender. Pero hoy por hoy, no puedo responderle a esta pregunta.

–Escribió también «El sendero de la paz», editado por la Fundación Víctimas del Terrorismo. ¿Escribiría sobre este tema en el contexto actual?

–ETA marcó mi infancia, como la de otros niños cuyos padres podían ser objetivo de la banda. Crecí con una gran ansiedad, que derivó en trastorno: a los dieciocho años, cuando publiqué aquel libro, me movía en las alturas de la escala de Hamilton. Tengo a las víctimas presentes cada día de mi vida, a las del terrorismo de ETA en España, y a las habidas en todas partes, porque el terrorismo sólo es uno. Mi padre se pasó tres décadas luchando por la libertad, y lo admiro por su coraje. Ya viviendo en el extranjero, supe que el Parlamento español autorizó al Gobierno a pactar con ETA. Aquello me dolió en el alma... por los muertos, sus familias, los secuestrados, millares de heridos y afectados. Me dolió por las gentes de bien de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad a los que debemos tanto. Una sociedad que se precie no negocia con terroristas. No paga rescate a los piratas del mar. No cede al chantaje de la violencia.

–Tengo entendido que su abuelo, Premio Nacional de Literatura, fue quien le inició como escritor, ¿ha sido para usted un ejemplo a seguir?

–Sí, fue él quien me inculcó el amor por la literatura, la fotografía y la pintura. De niño recitaba frases para que yo las continuara, luego me las corregía y así me iba enseñando. Siempre me viene una a la memoria: «Madre es la que nos amamantó...». No recuerdo cómo la completé.

–¿Quién le inspira cuando escribe?

–Casi siempre la mujer. Amo a la mujer. Deberíamos aceptar el matriarcado y dejarnos gobernar exclusivamente por madres: el mundo sería un lugar mejor todavía. Soy feminista convicto.

–Energías renovables, robótica, construcción... ¿Qué encuentra como escritor que no obtenga como empresario de éxito?

–No soy uno de éxito. He tenido más equivocaciones que aciertos; cuando es en carne propia, de las primeras se aprende y sólo el éxito ajeno te enseña. Lo que encuentro es similitud. Cualquier desarrollo de negocio exige creatividad y pasión, esfuerzo y perseverancia, búsqueda de perfección.

–¿Es la literatura un refugio para usted?

–Definitivamente.

–Por último, ¿a quién dedicó «The Hammock»?

–A una amiga del alma. Lo hice el 4 de noviembre de 2011, el día que terminé de escribirla en Londres y la guardé en un cajón pensando que nunca vería la luz del día.