Europa

París

«Polanski, aléjate de mí»

«Una vida a la sombra de Roman Polanski» es el título del libro cuya portada se reproduce aquí
«Una vida a la sombra de Roman Polanski» es el título del libro cuya portada se reproduce aquílarazon

La actuación de Samantha Geimer llega a ser contradictoria. Ella misma lo admite. Durante años ha luchado por su anonimato, pidiendo una y otra vez que se cerrase para siempre un truculento capítulo de su vida. Pero ahora, sin razón aparente, ha decidido publicar un libro contando con todo lujo de detalles precisamente lo ocurrido durante aquella noche fatídica. Es extraño, pero no se le puede echar nada en cara. La mente y el corazón de una mujer que a los 13 años fue brutalmente violada por uno de los directores de cine más conocidos del mundo no funcionan como la del resto de mortales.

Samantha es la adolescente de la que Roman Polanski abusó en 1977. El aclamado cineasta acaba de cumplir 80 años, vive en París y rueda una película tras otra, pero no puede regresar a Estados Unidos. Hasta ahora, la víctima había guardado silencio. Pero esta semana ha llegado a las librerías norteamericanas su esperada autobiografía: «The Girl» («La chica»). El capítulo de su vida que siempre quiso cerrar no puede ser más comentado.

Familia conflictiva

¿Por qué hablar ahora? La protagonista no lo explica en ningún momento. Aunque escribe que sí es consciente de las consecuencias. «No soy ingenua. Cuando uno escribe un libro, no pide que le dejen tranquilo, sino que invita a gente a entrar en su vida. Lo sé. Bienvenidos». Su madre y su padrastro eran drogadictos. De hecho, su padrastro vendía publicidad para una revista llamada «Marihuana mensual». Su madre era una aspirante a actriz que siempre animó a sus dos hijas a participar en audiciones. Pero nunca, explica la autora, fue un caso de ambición o proxenetismo. Cuando su progenitora conoció en una fiesta a Polanski y éste le preguntó si podía fotografiar a su hija, jamás pasó por su cabeza que quería tener relaciones sexuales con la menor. «La fama tiene algo», escribe Samantha. «Cuando piensas en los niños que iban a dormir a la casa de Michael Jackson y todas las acusaciones que siguieron luego, piensas en sus padres. ¿Eran mala gente o estúpidos? Ninguna de las dos cosas. Sólo querían creer que ser famosos les iba a hacer más felices».

La sesión de fotos para una supuesta revista francesa empezó en la casa de Jack Nicholson cuando el actor no estaba. El director de «Chinatown» sacó algunas imágenes, pero la cosa no terminó ahí. Convenció a la joven para que se metiesen juntos en el jacuzzi. Ninguno tenía bañador. Ella lo hizo en ropa interior y él, desnudo. Empezó el acercamiento, pese a las constantes negativas de la víctima. Polanski le dijo luego que se fuera a la habitación de la mansión de Hollywood Hills. Ella no quiso meterse en la cama y aterrorizada se sentó en un sofá del dormitorio. Comenzó el acoso de nuevo. «Se acercó a mí y me besó. Y yo le dije: ''¡No!, ¡aléjate de mí"». Pero el realizador polaco continuó y la violó. Ella, mareada por los efectos del champán y los barbitúricos que le había dado, apenas ofreció resistencia por temor a una agresión mayor.

Al llegar a casa, Samantha contó a su madre todo lo que había sucedido y ésta inmediatamente llamó a la Policía. El cineasta fue acusado, entre otros cargos, de mantener relaciones sexuales con una menor. Poco después, se declaró culpable y, tras unas seis semanas de cárcel, huyó a Europa. Desde entonces no ha podido regresar a Estados Unidos, donde podría volver a ingresar en prisión. El escándalo que supuso todo aquello arrastró a la joven a regalar su adolescencia a las drogas y al alcohol. Tuvo un bebé a los 18 años. «Creo que hice un montón de cosas para olvidarme de él», explica. Luego se casó, tuvo dos hijos más y se trasladó a Hawái. A sus 43 años, ahora lleva una vida normal y trabaja en el sector inmobiliario. Eso sí, los «paparazzi» acampan en su jardín cada vez que Polanski hace un movimiento. En 1988, víctima y agresor llegaron a un acuerdo sellado con una suma de seis cifras. Ella no respondió, pero desde entonces han estado en contacto de forma esporádica. De nuevo, su comportamiento llega a ser contradictorio. Y de nuevo, Samantha se resiste a hablar sobre el porqué de estos mensajes. «No somos amigos. Hablamos de cosas personales que no merece la pena comentar», recalca. Quizá la fascinación por la fama que le llevó a acudir a los 13 años a aquella sesión de fotos sea algo que no puede reprimir.

La perpetua fuga

Polanski también se ha sincerado y revela a «Vanity Fair» por qué decidió huir de EE UU: «Fue tal shock de salir de prisión. ¡Libre! Con tus cosas bajo el brazo, con el abogado esperando fuera por ti. Y entonces el juez cambió de opinión. Y tenía que volver a prisión y nadie sabía por cuánto tiempo. Simplemente no podía pasar por eso». Sin embargo, el director se sintió mucho más perseguido cuando en 2009 EE.UU. pidió a Suiza su arresto y extradición. «Ha sido como la muerte de Sharon y lo que sucedió después», dice rememorando los meses en los que se rumoreó que él estaba implicado en el asesinato de su esposa, la actriz Sharon Tate, a manos de Charles Manson.