Marbella
Una descuidera ocasional
De nuevo ha sido un «Avispado» toro negro quien ha empitonado a Isabel Pantoja. Pronto hará treinta años de la muerte de Paquirri en Pozoblanco cuando «Avispado» sumió en una inmensa pena a la viuda de España. Dolorosa de lienzo con niño Paquirrín en brazos. Desde la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, España no había llorado de luto por una tonadillera que se sobrepuso al dolor con estos luminosos versos de Perales: «Marinero de luces de sol y de sombra, de mar y de olivo, se quedó tu silencio de rojo y arena». Sólo un encadenado de alusivas metáforas puede sanar una cornada tan profunda en el alma y cauterizar la herida. Lo decía Beuys: «Muestra tu herida», y vaya si Isabel lo hizo, y en público, exhibiendo en cada canción su profunda llaga de amor, dejando en el pasado el trágico recuerdo de la coplista que comenzó de muy niña en una pastelería de Triana cantando por un milhojas. Pero no las cornadas del hambre. Ésas nunca cicatrizan, permanecen agazapadas hasta que la vida se da de bruces con el político de moda: el alcalde que recalifica terrenos como quien pasea en calesa por la Feria de Sevilla y baila sevillanas agarrado por el talle de la orgullosa gitana que le contagia la fama mientras blanquean dinero negro. Ese momento inaugural fue cantado por Isabel con la algazara del descubrimiento pasional: «Me he enamorado de un ser divino». Descripción somera pero ajustada de su Cachuli, un estafador de guante negro y cinturilla escapular que la compensó con una bolsa de basura, prieta y robusta como el «Avispado» que quiso torear en el «reality» de su nueva vida, tentando su suerte hasta rozar el ludibrio. Amargas fueron las lágrimas de Pantoja pillada con las manos en la pasta. Incapaz de lograr, con una canción trágica y exculpatoria, la compasión del juez. El mismo que la dejó al pie de los caballos de la Prensa sensacionalista y la jauría de fans que, en pleno desmayo, la hubiera dejado calva a estirones del pelo si la Guardia Civil no hubiera salvado su vida del Potemkin de los juzgados de Marbella en la batalla de Lapanto. Si ha sido encontrada culpable de blanqueo, ¿cómo defenderla? Por comparación. ¿Es acaso Isabel Pantoja la choriza mayor del Reino? Frente a los miles de trincones que han esquilmado España, Isabel es una descuidera ocasional, condenada a dos años y un millón de leuros, que está obligada a devolver. ¿Pero aquí quién devuelve lo robado?¿No es ésta la España de la impunidad y el despilfarro, de los saqueadores de Gürtel, EREs y Cajas? Una folquifriqui será el ecce homo que sufrirá el escarnio público mientras cientos de manguicutres y timadores sin fronteras se irán de rositas del saqueo masivo, porque en esta España de «todo por la pasta para la casta» el que la hace no la paga, y si la paga, lo indultan.
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