Cibeles Fashion Week
Los caprichos de Eva suben el EGO
Unas manos largas. Y castigadas. El precio por desfilar en el EGO de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid. Ella y sólo ella elaboró toda la colección. No hay equipo ni ayudantes. «A mi novio es al único que le he dejado cortar alguna tira», confiesa Eva Soto Conde mientras remata un vestido joya elaborado con 30 metros de tela y 8.000 nudos. Dos meses para una única pieza elaborada a partir de un entrelazado de cintas que ella misma corta al ancho y al largo, y tiñe en casa para que tenga distintos matices de color. Así se entiende que, tras su estreno en Ifema en septiembre de 2012 no repitiera en febrero para una colección de invierno. No hay cuerpo que resista dos pasarelas al año con tal nivel de perfección. «Desde hace un mes no sale de casa», explica Mayte, su madre, testigo de los cambios constantes en los diseños. «Mis padres son pasteleros y gracias a su esfuerzo yo me puedo dedicar a mi sueño», apunta Eva, siempre tímida a sus 28 años, pero con esa mirada que habla más allá. Tampoco le haría falta hablar, porque sus vestidos lo dicen todo. O casi todo. Porque se callan todo ese trabajo en lo oculto para confeccionar la gama de rosas que van del palo al violeta con todos sus matices y que debería analizarse con lupa.
Alarde de patronaje
Con las líneas como punto de partida y la organza tratada de tal manera que parece origami, fue construyendo cada una de las siluetas sin utilizar apenas hilos. De una sola pieza, lo que supone un alarde de patronaje sólo apto para quien sabe dominar el arte y el oficio. Le añadió un plus a algunos de los vestidos –que van del mini para el cóctel de fiesta– unos dobladillos que iban formando precisamente unas franjas que otros traen hechas de fábrica. En otros, se deja llevar por motivos arquitectónicos para pintar a mano sobre la tela y añadir algún detalle de bordado. Alta costura que necesita de un mecenas para poder existir. Un Amancio Ortega –gallegos los dos– que invierta en la moda como arte. Porque a lo suyo es imposible encontrarle salida en una tienda de «pret-à-porter». Y eso que la gallega confiesa que el algodón no encoge y que resiste un evento social. «Aguanta, pero es cierto que se trata de vestidos muy especiales. Aun así, he conseguido adaptarlos para que las piezas más complicadas se conviertan en apliques que se puedan quitar y así poderlos limpiar mejor en seco», dice tocando uno de sus caprichos de museo. Literalmente. Porque su anterior colección se expondrá en breve en el de Artes Decorativas.
Exclusivo, hasta tal punto que cuando alguien quiso comprarle uno de los vestidos de la anterior colección, Eva no sabía ni qué precio ponerle. «Yo nunca pensé que lo que hacía podría ser comercial. Intenté dar una cifra de acuerdo con los materiales y las horas de trabajo», explica. Pero se olvidó, seguro, de convertir su talento en euros. Porque la gallega no tiene ego, ese que da nombre a la plataforma para los jóvenes diseñadores y que se desprende de otros que, como ella, dan sus primeros pasos.
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