Barcelona

París y Barcelona refuerzan su moda

La Razón
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En esto de la moda no se para nunca. Cuando a primeros de julio unos se marchen a los sanfermines, otros se repartirán entre Canarias y su Moda Cálida –que nadie entiende por qué la mantienen si no logran ningún provecho comercial– y el consolidado 080 barcelonés en las pasarelas del Museo del Diseño, vecino a Els Encants. Allí lo enmarcan la Torre Agbar y el Teatro Nacional de Cataluña, que recupera glorias locales como Sagarra o Pitarra. Madrid es más cicatero con Arniches, Muñoz-Seca –cuyo «Don Mendo» volverá en septiembre al escenario oficial del Teatro Español–, Pérez Fernández o el mismísimo Benavente. Ya no digamos con Buero o Alfonso Sastre. Victoria Rodríguez, que sigue cojeando, se quejó del ostracismo al que han relegado al autor de «Historia de una escalera». Ejemplo de madrileñismo corralero donde destacó la inolvidable María Jesús Valdés.

Si la antigua Pasarela Cibeles languidece en Ifema, los catalanes evidencian una mayor ruptura. Inexplicablemente se cargaron la acreditada Gaudí, heredera de Moda del Sol y hasta del Salón de Moda Española, donde triunfaron desde Pertegaz a Rodríguez, todo bien orquestado por Juan Antonio Comín. Ahora quieren apuntalar el 080, que abrirá sus puertas el 10 de julio, una semana después de que París haya presentado el avance de la nueva –y también casi irreconocible– temporada de alta costura. Una mala imitación de los buenos tiempos, aquellos en los que el refinado Givenchy compartía escenario con Rabanne, Saint Laurent, Ferré o Lacroix. Nombres perdidos que, tras el cese de Galliano, no logran alcanzar ese punto álgido. Sigue irremplazable pese a los intentos de acabar con él, mientras Lagerfeld aporta su toque irónico al ya nada clásico Chanel, irreconocible sin sus emblemas: ese «tweed» lanoso, los ribetes de trenzilla, amén de los archisabidos collarones de perlas hasta la cintura que Rosetta Arbex entremezcla con elementos hippies.

Esquivar la nostalgia

Al reparsar en el Gran Hotel –refugio imprescindible con la calidad cántabra de Paz Blasco– el programa, me sorprende ver a Viktor&Rolf encajado entre Valentino y Yiqing Yin, junto a clásicos como Murad y Saab, dos descubrimientos de Nati Abascal, a quienes conseguía meter con calzador en «¡Hola!». Armani Privé se consolida como gran firma, no de «prêt à porter», sino recreando un estilo propio que entusiasma a Carlota Casiraghi. En nada se parece a los trajes desestructurados de los primeros años, cuando Diane Keaton y Richard Gere prestaban su «percha». Cinco días de presentaciones procurando esquivar la nostalgia que aquí no es un error, porque París y su moda eran una fiesta. Apuramos los restos, ya no hay rastro ni de Saint Laurent ni de los verdaderamente grandes.