Restringido
¿Y usted por qué se deja la barba?
La cultura «hipster», la ley del péndulo y hasta la coyuntura económica confabulan para el regreso con fuerza de esta tendencia. El negocio de la cosmética y la moda ya sacan tajada del «boom» barbudo
Cuentan que algunas reinas egipcias lucían barbas falsas para asimilar su poder al de los reyes. Al parecer, lucir vello en su rostro las dotaba de mayor autoridad. En nuestra tradición europea siempre hemos dado connotaciones de poder a los hombres con vello. Así, los filósofos o monarcas solían aparecer con el rostro cubierto de pelo. Todos peludos: «En el Diccionario de Símbolos de Chevalier se hace referencia a la barba como símbolo de virilidad», recuerda la experta en moda y tendencias Marta Blanco. «Se regalaban barbas postizas como símbolo de coraje y sabiduría. El imberbe era el joven sin experiencia; la barba simbolizaba la madurez».
Por tanto, este complemento siempre ha acompañado al hombre, pese a que haya tenido sus idas y venidas en la aceptación social. Y de hecho podemos afirmar que actualmente se encuentra en uno de sus mejores momentos. Distintos prescriptores han autorizado este «complemento» masculino. En nuestro país la barba de Felipe VI fue un punto de inflexión. El Monarca, cuando todavía era Príncipe de Asturias, consiguió derribar convenciones sociales acerca del vello masculino y desde entonces las clases más poderosas no han tenido miedo de dejarse crecer (en mayor o menor medida) el pelo en la cara.
Hace unas semanas el Royal Society Journal Biology Letters publicaba un estudio en el que analizaba la importancia de las barbas y su relación con la crisis. Según este estudio, concluían que el factor económico tenía que ver con la popularización de este elemento. Pero, ¿es real? Según afirma esta publicación, la pérdida del empleo, asociándolo en un punto muy básico a la masculinidad, hace que el varón se deje barba para potenciar su atractivo. Es decir, volvemos a la sociedad novecentista donde el poder económico se asocia al macho. De esta forma, al perder la fuente de ingresos, elemento fundamental para poder atraer al otro sexo, el hombre necesitaría potenciar otro tipo de valores, que en este caso sería el vello. Algo similar opina Lord Jack Knife, uno de los mayores expertos en barbas de nuestro país y posiblemente el barbero más elegante: «La pérdida total o parcial de empleo puede invitar a tener mayor tiempo para la reflexión, hace que uno mismo se replantee muchas circunstancias en torno a su vida y la barba se convierte en el mejor aliado para la ruptura de una imagen anterior y para ganar en confianza, pues aportar edad y por consiguiente aparente seriedad al rostro».
El estudio también reflexiona sobre cuándo se produce esta atracción: el «peak beard» lo encontramos cuando se populariza demasiado este elemento. La barba o el rasurado resultarán más atractivos al otro sexo cuanto menos «mainstream» sea. Es decir, en una sociedad donde al hombre se le exige el afeitado diario, aquel que se atreva a saltarse los códigos tendrá más éxito: «La barba de dos días se deriva de cómo la mujer ha ido aceptando o no que el hombre se cuidara. ¿Lo ha llegado a aprobar?», se pregunta Blanco. «Cada vez que hablamos de la depilación de las cejas masculina ellas, en su mayoría, confirman que les produce repulsión. Conceptos como el ser un canalla se asocian al hombre descuidado. Hay algo sexual en esa barba que también tiene mucho que ver con el riesgo. ¿Quién la lleva? Los solteros de oro como George Clooney. En general podríamos decir que los casados se afeitan, los solteros, seguidores del carpen diem, no».
Esto que afirma Blanco se observa también en la teoría del péndulo de Galileo. Lo que se lleva durante una época produce un efecto rebote y contestatario que acaba derivando en todo lo contrario. El final del siglo XX está marcado por el concepto de la «metrosexualidad». Los hombres empiezan a robar el neceser femenino y comienzan a desarrollar un interés por la belleza que no se había producido antes. De alguna forma esto provoca un caldo de cultivo para que una década después aparezcan otras «tribus urbanas» con un planteamiento estético radicalmente opuesto. La cultura «hipster», que vuelve en parte su vista atrás valiéndose de conceptos retro, es una clara defensora de la barba. Lo mismo sucede con el «normcore», aunque ambas propuestas se diferencian de lleno: la primera apuesta por la barba como fundamento de estilo; la segunda nos habla del hombre descuidado por querer eliminar todo rastro de preocupación estética. Es decir, todo lo contrario.
Aunque retomando la teoría de la crisis que defendía la publicación británica, no podemos negar que el factor económico también forma parte del caldo de cultivo de la fuerza de la barba: es innegable que dejarse crecer el pelo supone un ahorro considerable para los hombres. Es aquí donde aparece una de las curiosidades de este fenómeno. Ante la pérdida de un mercado que parecía estar conquistado, las empresas en nuestro país han tenido que replantearse su negocio: «El negocio existía ya, sólo que en países como España se ignoraba, puesto que los portadores de barbas eran minoritarios», asegura Lord Jack Knife. «Uno deja de afeitarse por ahorro, pero luego al verse con barba se gusta, pero debe de arreglarse de tanto en tanto y o eres un virtuoso o necesitarás de manos profesionales y caerás en la red del cuidado de la barba, y cuando te inicias engancha».
Así, encontramos cómo el mercado se ha acoplado a esta nueva necesidad masculina y han aparecido recientemente distintas líneas para el cuidado de la barba, lo que consolida esta tendencia. Firmas como Acqua di Parma o gigantes como L'Oréal ofrecen desde hace tiempo una gama de productos para responder a este nuevo cliente que encuentra en iconos como Tom Ford, Jon Kortajarena (imagen de la línea de barba de la firma francesa), Andrés Velencoso o Alasdhair Willis (marido de la diseñadora Stella McCartney y verdadero icono barbudo) faros a seguir en este mundo.
«Si analizamos los fines puramente estéticos, las modas las imponen los mismos iconos que viven de este vaivén de tendencias como modelos e «influencers» tales como Ricki Hall, Billie Huxley, Patrick PetitJean, Nick Wooster o Justin O'Shea», afirma el barbero. «Cada cual saca inspiración con lo que mejor se identifique. Yo, por ejemplo, admiro las barbas del siglo XIX». De todas formas, pese a la fuerza que puede tener socialmente la barba, la moda parece haber superado ya esa tendencia. Si bien es cierto que no es raro ver en un desfile o en una campaña a un modelo con vello, no es la norma general. Diesel en sus anuncios de este verano reserva un espacio para este tipo de hombre y, de hecho, si observamos el ranking de modelos de la web models.com (referencia en el mundo fascino) en el top 50 sólo encontramos dos nombres con barba: Henrik Fallenius y Wouter Peelen. El resto son rostros imberbes.
EL NEGOCIO «HIPSTER»
Tres pelos tiene mi barba
Si usted tiene una barba rala, plagada de calvas, no se preocupe: por 6.000 euros puede realizarse un injerto completo. Según Cristophe Guillemat, doctor en la Clínica CFS de Barcelona, «el precio depende de la cantidad de implantes que se quieran trasplantar y de la superficie a cubrir. Si es una zona específica, oscila entre los 1.900 y los 2.200 euros». Y es que el mundo del vello facial es una industria en expansión: de hecho, existen multitud de productos específicos para cuidar bigotes y barbas, como aceites, peines, jabones, tónicos e incluso cera para controlar al máximo la forma.
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