Barajas

Los negociadores «vendieron» a ETA que sin Bono «todo iría mejor»

Uno de los gestos que los representantes del Gobierno ofrecieron, en junio de 2006, a ETA para «blindar el proceso», fue el del cambio de Gobierno que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero había realizado el 7 de abril anterior.

El presidente del Congreso, ayer, en su sillón del hemiciclo
El presidente del Congreso, ayer, en su sillón del hemiciclolarazon

Aunque expresamente no les citaban, se referían a la salida del Ejecutivo de José Bono, ministro de Defensa, que se había convertido en la auténtica «bestia negra» de la banda, hasta el punto de que, según comunicaciones interceptadas por los servicios de información, los terroristas decían que «había que quitarlo de en medio como sea»; y a Alfredo Pérez Rubalcaba, que accedía a la cartera de Interior y que, con el paso del tiempo, lejos de ser un elemento facilitador de procesos de negociación, se ha convertido en el principal enemigo de los pistoleros. En ambos casos, los etarras se equivocaron, pues ni la salida de Bono les benefició ni la entrada de Rubalcaba mejoró las perspectivas de poder lograr sus objetivos.

Los representantes del Ejecutivo (entre los que acudían regularmente estaban el ex fiscal general del Estado,Javier Moscoso; el letrado Gómez Benítez y el dirigente socialista vasco Jesús Eguiguren) trataban de ganar tiempo en un momento en el que ETA empezaba a mostrar su nerviosismo por la falta de avances en el «proceso» y por la continuación de la política antiterrorista. Por ello, vendieron a los pistoleros que los cambios de Gobierno (entre ellos la renuncia voluntaria de Bono) se habían realizado para facilitar la marcha de las negociaciones.

Los etarras veían al actual presidente del Congreso de los Diputados como un baluarte contra la negociación que, además, no ocultaba sus opiniones en ningún momento y que decía públicamente lo que después terminaría convirtiéndose en un hecho incontrovertible: todo era una trampa, la banda estaba tratando de engañar al Gobierno y utilizar el periodo de tregua con el fin de reorganizarse.

«Polvo de aluminio»

A este respecto, fuentes conocedoras del asunto recuerdan que, en una de las reuniones, los representantes gubernamentales preguntaron a los de la organización criminal qué ocurría con el «polvo de aluminio» (elemento con el que, junto a otros, se fabrica el amonal, uno de los explosivos más potentes), ya que a los servicios de información habían llegado noticias de que importantes cantidades de este producto estaban siendo cambiadas de lugar por ETA en Francia. La contestación de Francisco Javier López, «Thierry», y de los otros emisarios terroristas, según consta en una de las actas, es que estaban «replegando» los arsenales a lugares alejados de la frontera con España. Se trataba, como tantas otras afirmaciones de las incluidas en dichas actas, de una mentira, ya que lo que preparaban era el atentado contra el aparcamiento de la T-4 de l aeropuerto de Barajas.

Las mismas fuentes, consultadas por LA RAZÓN, subrayan cómo los miembros de ETA transcribieron en las actas algunos asuntos, de una manera totalmente distinta a los que se dijo en las reuniones. Por ejemplo, ponían en boca de los representantes del Gobierno que el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón tenía abiertas líneas con el Ejecutivo y con Batasuna. Lo que se les explicó es que los actos que convocaran como Batasuna no serían autorizados. Aunque si lo hacía bajo el eufemismo de la «izquierda abertzale», podrían pasar; y que el magistrado, que ya había dictado algún auto al respecto, podría mantener una postura más flexible.

Cuando los terroristas rompieron el alto el fuego, se dieron cuenta del error que habían cometido al pensar que la salida de Bono y la entrada de Rubalcaba les iba a beneficiar. Las Fuerzas de Seguridad a las órdenes del titular de Interior no habían permanecido paradas. Los numerosos atentados que habían preparado fueron abortados y se inició una serie interminable de detenciones. El propio Rubalcaba, a través de terceras personas, hizo llegar al entorno de ETA que muy pronto esa cifra alcanzaría los 200. Cuando ocurrió, «Gara» se ocupó de airear el asunto.