Santander
Romance inolvidable de «Lucero» y Luque
Ni soñada. La faena de Luque al quinto rondó lo magistral de principio a fin. Toreó perfecto, arrebatado, en pura comunión con el toro... Pura vida. Máxima entrega en una faena que nos arrastró a todos, sin excepción, al abismo de las emociones. Luque cuajó al toro «Lucero», almíbar, codicia, claridad y repetición.
Ni una mirada de más echó el de Bañuelos, que cumplió en la vara que recibió en el caballo que hacía puerta. Allí arrancó primero. Después, anheló muleta sin descanso, sin tiempos muertos, reponía antes, durante... Los muletazos, sobre todo por el derecho, de tan largos, tan ligados, se convertían en una delicia de toreo en redondo. Cinco, seis pases en un palmo de terreno y el toro sin respirar. Criado para lo bueno, y cómplice hasta el más allá. Luque había estado fenómeno toda la tarde, y con «Lucero» se encumbró. Tandas en redondo, casi circulares improvisados, soberbio Luque de técnica y corazón. Y sorprendente, con recursos, innovación, sin ayuda, engrandeció más y más la faena. La alargó, buscaba el perdón del toro... Ah, imposible olvidar el inicio de faena, mágico, y eso que estaba todo a punto de comenzar.
El toro, en un momento, llevaba ya lo suyo, cantó la intención de rajarse. Lo retuvo Luque, se definía su sentencia final. Gran toro. El público comenzó a pedir el indulto. Fogosidad en los tendidos, incendiados, Luque miró a presidencia. El de arriba tenía la última palabra. Cuánta responsabilidad / irresponsabilidad en tantos casos. Se pidió el perdón, ahí continúa el ritual de la Fiesta. El premio para el toro bravo: la vida de semental. El presidente sacó el pañuelo blanco, un aviso... Cuando Luque se perfilaba para matar, le increpaba el pueblo. No hubo lugar. Entró la espada, cayó baja. Dejábamos atrás un faenón y una vuelta al ruedo para el toro de Bañuelos, que bien podría haber vuelto al campo de semental. Con el segundo, de descarados pitones y protestón, estuvo de diez, aunque el esfuerzo pasara discreto.
César Jiménez anduvo digno con el primero, repetidor pero con guasa, y se frustró con el descastado cuarto. Pinar lidió a un tercero que le fallaban las manos, y cerró con el difícil sexto.
La puerta grande de Luque fue de una intensidad bestial. Por eso la Fiesta es grande.
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