Extremadura

Contra el desahucio

La Razón
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El liderazgo de Llamazares convirtió a esta formación en la hermanastra boba del proyecto de izquierdas de Zapatero. De tanto repetir que el PSOE se ha vuelto de derechas (Llamazares llama «neoliberal» a Zapatero, en plan pedrada, cada semana), los militantes de IU en Extremadura han acabado por creérselo. En su opinión, se trata de elegir entre un presidente ya testado que, diciéndose de izquierdas, hace políticas de derechas, y un aspirante aún por probar que, diciéndose de derechas, coquetea con banderines de la izquierda. Entre el clavel y la rosa, su majestad es coja. Teniendo que decantarse por una de las dos opciones, ha pesado el deseo de pasar factura por tanto ninguneo acumulado y la constatación de que, echando cuentas, Monago tiene más apoyo social que Fernández Vara. A los tres diputados de IU en Extremadura los van a freír hasta el mismo día de la investidura. Ya han empezado los profetas del apocalipsis a anunciar el descalabro que sufrirá la coalición de izquierdas en las urnas próximas, avergonzado su electorado de que tres perroflautas con ínfulas hayan franqueado el paso a la derecha en El Álamo. ¿Descalabro de IU? El liderazgo de Llamazares convirtió a esta formación en la hermanastra boba del proyecto de izquierdas de Zapatero. Tras compartir lemas, movilizaciones y pancartas, el PSOE ganó las generales de 2004; IU bajó de ocho a cinco diputados (4,96% de los votos). Una legislatura de ronroneo después, el porcentaje bajó al 3,77% y el número de diputados tocó fondo (dos). «Descalabro de IU» es el título-resumen de la etapa de Llamazares, el hombre disgustado que nunca termina de irse a casa. Su relevo, Cayo Lara, no anda muy fino en sus primeras escaramuzas. Deslumbrado por el 15M y por su empeño en evitar desahucios, trata de encabezar él mismo la operación «salvemos a Fernández Vara». Torpe líder es aquel que declara una guerra innecesaria, pero más torpe quien la declara sin tenerla ganada. Confirmado el sentir de la militancia extremeña en favor del desahucio, Lara debió haber recurrido a una declaración comodín: «mis compañeros de Extremadura harán lo que consideren oportuno». La camaradería como hilo musical y la autonomía de las federaciones, como estribillo. Pero Cayo debía de estar confuso el día que se lió la manta a la cabeza y proclamó que, por sus santas narices, los tres peones extremeños harían lo que Madrid ordenara. Conviene elegir bien los rivales para que la porfía te engrandezca en lugar de dejarte como un trapo. Alejandro Nogales, diputado rebelde, me dijo la otra noche en la radio: «Milito en el PCE desde el 68, estuve en Carabanchel, he sido diputado doce años y siempre he formado parte de IU; si me quieren expulsar por estar de acuerdo con la militancia extremeña, aquí me tienen, que lo hagan». Cayo aparece como el ejecutor de la disciplina orgánica frente a la opinión de las bases indignadas. Dudo que su golpe de autoridad reciba el premio de los votos. Y no veo que, agitando la vara, se acabe llevando al huerto –como pretende– a los del 15M.