Dos Hermanas

Alegría para el cuerpo por Lucas Haurie

La Razón
La RazónLa Razón

Afalta de medallas, España se alegra con sus equipos, como si los atletas enviasen un consejo alegórico a los políticos, tan aficionados a instrumentalizar los triunfos deportivos: de las malas situaciones no se sale en solitario, sino arrimando el hombro. La mínima expresión de la colaboración es la pareja, siempre que sea bien avenida, como la que forman Liliana Fernández Steiner y Elsa Baquerizo McMillan. Sí, esos segundos apellidos advierten sobre orígenes maternos croatas y norteamericanos, respectivamente, porque el mestizaje es el gran tesoro de las naciones modernas. Así lo entendió en su momento Bill Clinton, que no dudó en apropiarse para su campaña electoral de la creación de dos señores de Dos Hermanas: Los del Río. Su «Macarena» arrasó en Estados Unidos y casi dos décadas después sigue siendo el himno pachanguero de una afición que se tiene que conformar con el tarareo del chunda-chunda cuando quiere cantarle a la patria. Es lo que pinchan los DJ del estadio de voley playa que han plantado enfrente de Buckingham Palace cada vez que Elsa y Lili saltan a la arena. La expresión está tomada, no en vano, de la jerga taurina, porque estas dos chicas compiten en gracilidad con los mejores matadores, que por algo se travisten (coleta, medias rosas...) para jugar con la muerte. Es menos trascendente que eso el torneo olímpico de este par de chicas con nombres de pila caribeños, pero espíritu carpetovetónico.
Sus dos primeros triunfos las catapultan (casi) hasta las rondas eliminatorias. Qué trabajito cuesta llegar al final de la columna sin alabar las carnes turgentes, por Dios.