Ferias taurinas
Espectáculo terrible en Madrid
- Las Ventas. 12ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron novillos de la ganadería de José Joaquín Moreno Silva, desiguales de presentación, imposibles el 4º y 5º, 6º complicado, el resto se dejan con matices. Tres cuartos de entrada. - Paco Chaves, de grana y oro, metisaca, estocada que hace guardia, dos avisos, descabello, tres avisos (pitos); estocada, pinchazo, estocada (bronca).- Miguel Hidalgo, de grana y oro, bajonazo (silencio); estocada que hace guardia, pinchazo hondo, media, tres avisos (bronca).- Antonio Rosales, de nazareno y oro, estocada (silencio); media (saludos).
Así, a priori, anunciarse en Madrid con la corrida de Moreno Silva es como para echar a correr si no tienes el oficio del toreo bien aprendido y el valor cosido al pecho. No te quiero contar cuando los que se pasan la noche en vela pensando en lo que ocurrirá al día siguiente son tres novilleros con la técnica cogida por hilos, tan finos tan finos que hasta pierden el valor y las formas a las primeras de cambio. La tarde no pudo ir peor. De mal a nefasto. Nos engullía un espectáculo que no tenía ningún futuro, como mucho, el peor de los posibles, la enfermería. Esto después de ver cómo sonaban los tres avisos en dos ocasiones. En el quinto vimos a los cabestros para devolverlo por la misma puerta que había salido y el primero se echó antes de darle puerta a los de Florito. Casi un hito. Les vino grande la situación a Paco Chaves, Miguel Hidalgo y Rosales. También hubieran desbordado a mitad del escalafón los novillos que saltaron en cuarto y quinto lugar. Dos asesinos en serie, mansos a rabiar en los primeros tercios y con una montaña de malas ideas a la hora de meterles mano con la muleta. No digamos el calvario que fue el tercio de banderillas, como para quitarle el sitio a cualquiera por tres temporadas seguidas. Se salvaron de milagro. Y vivan los milagros. En un puño teníamos el corazón los espectadores, y más viendo la incapacidad de los toreros. A Paco Chaves le costará olvidar esta tarde. Los tres avisos le dieron en el primero, así, nada más empezar. No había sido este toro el peor del encierro ni de lejos. El animal se dejó, sin humillar, es cierto, a su aire, nunca acabó de entregarse en la muleta. Chaves no se comprometió con el astado, anduvo rígido y perdió la ética y la estética en la suerte suprema. Se le hizo tan cuesta arriba que sonaron los tres fatídicos mensajes del presidente. Se fue a portagayola con el cuarto con el fin de redimirse. No lo consiguió. Le hizo pasar un calvario con el capote, en varas, una locura en banderillas, tanto que desistió y anuló la faena de lo peligroso que ya sabíamos que era el animal. Menos mal que esta vez la espada entró y maquilló la debacle. A pesar de la dificultad, su actuación fue para meditar y buscar la honradez en la sinceridad. No estuvo en ningún momento. En ninguno, y la sensación es que daba igual lo que saliera de toriles. Esa debacle contenida se desató en el quinto. Malo de manual. No había dios del toreo que le arrancara un muletazo sin acabar directo en la enfermería. Además, no hubiera perdonado de haber hecho presa. Estaba de vuelta el toro y de llegada el torero, verde y con la técnica al ras del suelo. La faena no existió y los tres avisos estaban en boca de todos viendo el percal. Incapacidad para quitárselo del medio. No pudo, uno, dos y tres avisos confirmaron el vaticinado final. Otro toro al corral. Era imposible. Otra cosa fue el segundo, no era novillo para hacer un monumento, porque nunca se empleó en el tema de humillar, pero se dejó con otra facilidad. Pasó Hidalgo el apuro en el intento de justificar ese vacío evidente que le dejaba su poco rodaje. Antonio Rosales anduvo en el camino de la voluntad ante el tercero, que iba y venía con muchos matices, y un sexto, con presencia de toro y veneno en las puntas de los pitones. Pasó el trago, lo mató medio bien y respiramos todos. Menuda tarde. ¿Alguien se hará responsable pues? ¿O es que obligan a la empresa a contratar ganaderías y toreros también? Terrible espectáculo en Madrid. Menos mal que mi amiga Begoña se lo pensó bien y pospuso su primera incursión en Las Ventas. Tardes así te arrancan la afición para siempre.
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