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La crisis y las artes escénicas por Pedro Alberto Cruz Sánchez
Es muy probable que, dentro de la maltrecha situación en la que han quedado todos los sectores que conforman el sistema cultural, el que peor parado haya salido de la actual crisis sea el de las artes escénicas. La razón se debe a que si analizamos la organización de los colectivos culturales en las diferentes comunidades autónomas, el único que ha conseguido configurar una mínima estructura empresarial durante estos últimos años ha sido el de las artes escénicas. Además, la mayoría de estas empresas son de pequeño o mediano tamaño, con lo cual la persistencia en el tiempo de las dificultades de financiación y el descenso en el volumen de negocio ha propiciado que, en un tanto por ciento elevado, se encuentren al borde de la extinción.
A la hora de esbozar las causas que han llevado a esta situación, hay un factor que cabe considerar como el desencadenante claro del repertorio de problemas diagnosticados: durante mucho tiempo, las empresas teatrales españolas han vivido de una «demanda ficticia». Los ayuntamientos –sus principales proveedores– han aprovechado la coyuntura de bonanza económica para confeccionar costosas programaciones en las que, en los huecos dejados por productos de marcado carácter comercial y televisivo, se introducían trabajos de compañías locales minoritarias, a través de los cuales se refrendaba una política de apoyos al tejido autóctono bastante inconsistente. De hecho, el problema con el que se han encontrado toda esta miríada de modestas empresas es que, desde las instituciones públicas, jamás ha existido la voluntad de activar políticas para la creación de nuevos públicos que justificaran en términos comerciales la programación. Y, claro está, en el momento en que los presupuestos menguan y los programadores no tienen más recursos que la recaudación en taquilla para asegurar la sostenibilidad de teatros, auditorios y centros culturales, los primeros títulos en ser descartados son aquellos que no vienen avalados por grandes nombres reconocibles por el gran público. Por lo que nos encontramos con que la mayoría de las compañías teatrales apenas si tienen trabajo hoy, y que lo poco que de empresarial tiene nuestra cultura amenaza con desaparecer.
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