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Chantaje permanente

La Razón
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El presidente venezolano puede tomar a España «por el pito de un sereno», en palabras de Mariano Rajoy, porque siempre dispone de algún chantaje para poner encima de la mesa. El más usual: la posibilidad de hacer que las empresas españolas allí instaladas las pasen moradas con el régimen caudillista, o que las proveedoras de productos armamentísticos, por ejemplo, dejen de hacer negocio en aquel país. Un método más antiguo que la pana, pero que al dictador venezolano le sirve con España.

Como dice un viejo refrán español: más vale ponerse una vez colorado que cien amarillo, algo que todavía no ha interiorizado el Ejecutivo de Zapatero. Por eso siempre pone en práctica la política de apaciguamiento –con los secuestradores somalíes, con Al Qaeda…–, que no conduce a otro destino que el desistimiento.

Y mientras tanto, Chávez asciende en el escalafón al entrenador de etarras que a su vez es el encargado de despojar de sus propiedades a emigrantes españoles del siglo pasado; desposee de la más mínima seguridad jurídica a los empresarios españoles y se muere de risa por haber conseguido, una vez más, no satisfacer ninguna de las demandas españolas haciéndose el ofendido.

En semejantes circunstancias, el Gobierno da crédito a la parte de las afirmaciones de su homólogo venezolano que le interesan. En este caso las que se refieren a que ya han empezado a investigar las actuaciones del (presunto) etarra; aunque todos sabemos que no es verdad y Rodríguez Zapatero también.