Literatura
Y un cigarrito
No sé por qué será, pero los programas televisivos con los que más he disfrutado en mi vida, en los que se decían cosas más interesantes y en los que se les permitía a los participantes usar la inteligencia durante más tiempo que 59 segundos, son aquéllos en los que se fumaba mucho. Pienso en los de la primera época de Garci sobre cine y de Sánchez Dragó sobre libros. Pienso, por supuesto, en «La clave», en aquellos maravillosos y congestionados platós que podían confundirse con una sauna o una timba de póquer. Pienso en esos vídeos del legendario programa «A fondo» de Joaquín Soler Serrano que hoy se están vendiendo como piezas maestras del periodismo y en los que aparecen los rostros de Cela, Rulfo y Onetti envueltos en humo. Unos vídeos que, por cierto, ya no se podrán emitir en ninguna de nuestras televisiones a partir del 2 de enero si no es infringiendo la ley. Sinceramente, esta época ha conseguido agotar mi capacidad de indignación. Ya no me rebelo. Simplemente me río de ver a un país en una crisis económica sin precedentes en el que la solución que se propone es arruinar al sector de la hostelería y en el que las jóvenes generaciones pueden ver por los televisores cómo hay gente que vive de contar los cuernos que ha puesto y que le han puesto, pero no puede ver a Rulfo fumando aquellos Pall Mall sin filtro que saboreaba en su mano temblorosa. Yo sinceramente creo que les vendría bien para los nervios echar un cigarrito a todos esos que entrevistan a Belén Esteban como si fuera Einstein.
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