Actualidad

«Sólo nos queda luchar contra Asad»

LA RAZÓN comparte una jornada en un campamento secreto del Ejército Libre de Siria. Los combatientes, desertores del régimen sirio, relatan la represión del «rais»

«Sólo nos queda luchar contra Asad»
«Sólo nos queda luchar contra Asad»larazon

IDLIB- Tras cerca de dos horas de caminata por estrechos y empinados senderos fangosos, atravesando riachuelos haciendo equilibrios sobre guijarros resbaladizos, llegamos exhaustos a un campamento secreto del Ejército Libre de Siria. Oculta por la espesa vegetación, surge la lona de una de las tiendas de campaña. La satisfacción de haber cruzado la frontera turca y estar en territorio sirio hace desaparecer repentinamente el dolor de pies y pantorrillas tras la dura caminata. Un centenar de hombres, de todas las edades –incluso un menor que maneja un Kalashnikov con una destreza que hiela la sangre–, resisten y se cobijan en lonas de plástico y alguna tienda de campaña para soportar el frío del invierno.

Son las ocho de la mañana y el día no ha hecho más que comenzar; un día que se antoja largo y complicado. A estos militares desertores no les gusta madrugar y muchos de ellos seguían durmiendo. Aún medio adormilados, nos saludan de forma poco efusiva. «Salam aleikum», cabecea un rebelde que está encendiendo una hoguera para preparar el té mientras escuchan el Corán.

Miedo a las represalias
Al principio, se muestran poco convencidos de la repentina visita de periodistas extranjeros. Es la primera vez que unos occidentales llegan a su campamento. Poco a poco el ambiente se va destensando y nos invitan a acompañarlos en el desayuno. Su dieta es de lo más básica: una taza de té con mucho azúcar y pan de pita caliente con queso en porciones. El agua allí es un bien escaso y reutilizan la misma para enjuagar todos los vasos.

Entre té y cigarrillos, sentados alrededor del fuego, van desvelándose las trágicas historias personales de estos hombres. Estos reclutas del Ejército Libre de Siria desertaron hace siete meses tras la ofensiva del régimen en la ciudad rebelde de Latakia, al noreste del país.

La mayoría procede del barrio de Ramel –donde se encuentra el campo de refugiados palestinos con el mismo nombre–, uno de los suburbios más castigados por las fuerzas gubernamentales. «Bombardearon por tierra, mar y aire, durante varios días. Fue una auténtica masacre», recuerda Yumua, cuyo nombre significa Viernes. Según el desertor, las Fuerzas de Seguridad entraron con furgones al barrio de Ramel y se llevaron a 500 personas, que continúan desaparecidas.

Yumua cree que «los tiraron al mar dentro de los furgones». «No hay manera de seguir con las protestas pacíficas, ahora sólo nos queda luchar», advierte Feras, policía de tráfico que se cubre el rostro con un pañuelo ajedrezado. Como la mayoría de estos hombres, aún tiene familia dentro del país y teme que si reconocen su cara el régimen tomará represalias contra los suyos. «Asad, y sólo él, es el terrorista», afirma el militar rebelde, que insiste en que el régimen sirio «ataca a los suníes».

«Durante más de cuarenta años hemos vivido encerrados en una prisión, sin derechos ni libertades. Sólo trabajo y trabajo, mientras todos los cargos de alto rango del Gobierno y de oficiales del Ejército eran ocupados por los alauíes», censura Feras. Son las doce, y como rectos musulmanes cumplen con el rezo del mediodía. Uno de ellos se encarga de llamar a la oración, y poco a poco se van incorporando y de forma ordenada hacen las abluciones para ir a rezar.

Colocan improvisadas alfombras, que son sus sacos de dormir, y se organizan en filas de diez, mientras repiten las palabras del que dirige el rezo. Sus voces se entremezclan con el sonido no tan lejano de las explosiones de los proyectiles de los tanques del régimen que están atacando las últimas posiciones rebeldes cerca de la frontera con Turquía. Los rebeldes se miran unos a otros en silencio, como con resignación. Las fuerzas gubernamentales están recuperando casi todas las áreas del norte de Siria, que estaban bajo control del Ejército Libre de Siria. Bum, bum, bum… Las deflagraciones son escalofriantes.


40 años de opresión
La mayor parte de los miembros del Ejército Libre de Siria ha desertado de las filas de los leales a Asad. No comparten sus brutales métodos para aplacar las protestas que, hace ahora un año, empezaron en Siria. Mientras sujetan sus armas, lamentan los años pasados bajo la «mano dura» del «rais». Relatan que han vivido cuatro décadas sin derechos ni libertades, oprimidos.


La imagen
Ocultos entre la vegetación, en tiendas de campaña y ateridos por el frío, los miembros del Ejército Libre de Siria repelen como pueden las ofensivas de los militares de Asad. El ejército del «rais» está recuperando en los últimos días posiciones que tenía perdidas en el norte de Siria y que mantenían entre los rebeldes la esperanza de derrocar al régimen