Minería
Hace falta valor por Pedro Narváez
Ya suben las antorchas en la cuesta de julio. Ahora sí que arde la calle al sol de poniente, hay tribus ocultas cerca del río a la espera de una señal. Los mineros han servido como experimento teatral de la batalla. Esos pobres hombres con los pies hinchados, heridos de tanto andar, esas empresas canallas que se han comido la subvención hasta que los Reyes Magos les han obsequiado con quitarles el carbón. Hay más periodistas que han perdido su trabajo que mineros, por poner un ejemplo, y lo perderán muchos más, hasta que la situación actual nos parezca un edén de tinta dulce y roguemos una noticia que llevarnos a la cartera. Una importante emisora de radio envuelta en un ERE abría sus micrófonos para que una redactora empotrada en la «marcha negra», como los corresponsales de guerra, nos diera el parte cada hora y subrayara así la emoción de las gentes que encontraban a su paso. ¡Ah, el espectáculo! Los becarios de alcachofa en canales indignados. Más periodistas que mineros. A ningún sector se le ha realizado tal docudrama, con Toxo y Méndez, esos muñecos del tren de la bruja, en el papel estelar de tocapelotas, y los gorgoritos de Víctor Manuel, en el trance de cantar a un fantasma que aún no sabe que está muerto. Los mineros son una metáfora zombi del mundo que ya no existe. Tal vez por eso despiertan una nostálgica simpatía. Como en la serie «The walking dead» se apoderaron del centro de la ciudad con otros zombis que a su vez infectaban a otros hasta armar un ejército de difuntos. Están preparados. No los mineros. Los otros. Ahora sí. Hace falta valor.
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