Londres
La pandilla basura por Javier G Ferrari
Este mes de agosto pasará a la historia por la sucesión de episodios histriónicos y por las miles de hectáreas calcinadas por los incendios que han asolado media España. Los Gordillo, Toledo, Tomás Gómez, Rivero o Garzón pertenecen a esa historia en minúscula que no deja huella pero irrita a la gente normal que se apresta a volver a su trabajo, o a su desesperación por encontrarlo, mientras ellos consiguen titulares de prensa por acciones tan heroicas como asaltar supermercados y canear a sus dependientas. Aquí el único idiota de guardia es Willy Toledo. En Jaén hacía demasiado calor para que los chicos/chicas de la ceja dejaran sus vacaciones, o sus galas pagadas por los ayuntamientos que no tienen dinero para lo importante, pero sí para lo frívolo. Toledo se unió a Sánchez-Gordillo, que vive de la mamandurria de subvenciones, en forma de PER o cualquier otra golfada de las muchas que se han dado y seguirán dándose en la Andalucía del PSOE e IU, porque no parece que pueda subirse a un escenario a la vista de que sus obras maestras con el grupo Animalario no han vuelto a recibir un euro público desde que en el Ayuntamiento de Madrid ya no está aquella señorita que se encargaba de la cultura, siempre que llevara el marchamo de la izquierda. Una izquierda que en agosto ha tenido dos portavoces. El oficial y el francotirador. Este último, el señor Gómez, es de un cansino en sus análisis demagógicos que va a conseguir que los populares gobiernen Madrid por los siglos de los siglos. Los mismos que tardará La Gomera en ser un paraíso natural por la falta de diligencia del presidente canario, el señor Rivero, mucho más preocupado por su imagen que por sus islas. Y como guinda del pastel de esta pandilla basura, el gran luchador contra la corrupción, Baltasar Garzón, convertido en abogado de un presunto acosador sexual y violador al que ha dado cobijo en su embajada de Londres el presidente ecuatoriano, que persigue la libertad de prensa en su país mientras dice defenderla en el caso, más que sospechoso, del señor Assange.
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