Crisis del PSOE
Rubalcaba: El otro presidente
El PSOE llevaba meses pidiéndole que retomara la iniciativa; sus barones clamaban por un cambio de rumbo; su militancia demandaba un nuevo impulso... y Zapatero, en la soledad de La Moncloa, parecía que no escuchaba. El presidente, aparentemente resignado ante la derrota, no reaccionaba para desesperación de los suyos...
De repente, se despierta ayer y vuelve a dar la campanada tras anunciar la más profunda de todas las remodelaciones que jamás ha hecho en su Gobierno: seis bajas (Teresa Fernández de la Vega, Miguel Ángel Moratinos, Bibiana Aído, Beatriz Corredor, Elena Espinosa y Celestino Corbacho), tres nuevas incorporaciones (Ramón Jáuregui en Presidencia; Valeriano Gómez, en Trabajo y Leire Pajín, en Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad), dos supresiones de Ministerios (Igualdad y Vivienda) y un «ascenso», el de Alfredo Pérez Rubalcaba, que asume la vicepresidencia política y la portavocía, además de la cartera de Interior que ya ocupaba.
Otra vez Zapatero sorprendía a propios y extraños y confirmaba a quienes desde hace tiempo advierten de la habilidad del ave Fénix del socialismo que, por enésima vez resurge de sus cenizas. Ya apuntaba maneras el pasado domingo, tras garantizarse con PNV y CC la estabilidad política a la que renunció en su investidura de 2008. Había perdido ojeras, recuperado la sonrisa y se había venido, inexplicablemente, arriba. Claro, nada de lo que tramaba se sospechaba, entre otros motivos, porque él mismo lo había negado por activa y por pasiva. Ni reducciones ministeriales ni más relevo que el obligado de Celestino Corbacho, dijo por última vez hace tres días. Mintió con descaro. El presidente no sólo tenía ya en la cabeza el diseño de un Gobierno renovado y de mayor peso político con el que pretende dar la vuelta a las encuestas, sino el esbozo de la senda por la que debe caminar el «postzapaterismo» con un Rubalcaba al que fía la suerte del PSOE.
No hay duda: Alfredo Pérez Rubalcaba, de los pocos supervivientes que quedaban del felipismo, no sólo se convierte en el evidente número dos sino que se sitúa en la línea de salida de una posible estrategia sucesoria. Se veía venir hace meses. Su implicación en las primarias de Madrid, su valoración en las encuestas, sus movimientos, sus pasos, sus filtraciones... delataban sus aspiraciones. Pero ahora cuenta con el beneplácito de un Zapatero que, sin haber desvelado si será o no candidato en 2012, le prepara por si acaso el relevo es obligado. «Es la apuesta más segura, la carta más sólida y la elección más sensata», coincidían ayer distintas voces socialistas.
El presidente ha diseñado un Gabinete en el que además, si se consolida el final de ETA como se espera, tendrá en primera fila a dos de las personas que mejor conocen el proceloso mundo de la política antiterrorista, el mencionado Rubalcaba y el socialista vasco Ramón Jáuregui. Ambos dominan a la perfección el mundo de la comunicación y tienen reconocidas dotes para la explicación y la pedagogía política. Al primero le premia los servicios prestados y le coloca, ya se ha dicho, en un lugar privilegiado en la carrera del «postzapaterismo», más allá de lo que luego resuelva el PSOE. Al segundo, no es un secreto, le nombra muy a su pesar, ya que nunca fue de su estricta confianza. Es evidente que esta vez, ante la adversidad de las encuestas, sigue los consejos de quienes llevan tiempo pidiéndole que eche mano de los mejores, y el vasco es uno de ellos, a ojos de todo el socialismo.
Otra lectura de los cambios es el innegable guiño a la izquierda, a ese electorado que hace meses que le ha dado la espalda por su política económica y sus recortes sociales. En esta línea, de un lado está el fichaje de Rosa Aguilar, quien abandonó las filas de IU, para incorporarse al Gobierno andaluz del socialista José Antonio Griñán hace poco más de un año. De otro, la incorporación de Leire Pajín a un Ministerio de marcado carácter social, Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad. La apuesta del proyecto político de Zapatero recupera vigencia con Pajín, que abandona la Secretaría de Organización del PSOE, en la que perdió la frescura que tuvo antaño en Cooperación. El gesto a la izquierda se completa con el nombramiento del sindicalista Valeriano Gómez, hasta ahora secretario de Estado para la Seguridad Social. Su incorporación al Gabinete busca, sin duda, tender puentes con los sindicatos y recuperar el maltrecho diálogo social. Se da la circunstancia de que el nuevo ministro de Trabajo acudió a la manifestación contra la reforma laboral. Eso que tiene ganado con los sindicatos. Hay una tercera demanda de los suyos que satisface Zapatero con este cambio de Gobierno, el recorte de dos ministerios. No lo hace tanto porque lo pidieran los suyos, sino por un clamor de la opinión pública y más de una decena de resoluciones parlamentarias aprobadas en el Congreso. Conclusión: Zapatero admite errores, cambia el rumbo, toma oxígeno, pero, ¿tiene tiempo de desafíar a las encuestas? Ésa es la apuesta.
Ponferrada bien vale una mentira
Pudo disimular, callar, despistar o silbar ... pero prefirió la mentira no a uno, ni a dos, ni a tres, sino a quince periodistas. Ponferrada, domingo 17, dos de la tarde. El presidente convocó un «briefing» con periodistas. 400 kilómetros para ir y otros tantos para el regreso. ¿Resultado? Tomadura de pelo. La conversación comenzó con una demanda: la fecha del relevo de Corbacho pero viró a si habría o no más cambios y si se recortaría algún Ministerio. A las dos cuestiones, dijo no . Le creímos. Lo había asegurado otras muchas veces: es momento para la economía y las reformas, no para los cambios de Gobierno. Ponferrada bien vale una mentira. No penaliza.
El regreso del «felipismo» a La Moncloa
En los pasillos del Congreso, alguién ayer habló de Gobierno «Vintage», en alusión al regreso del «felipismo» a La Moncloa. Tres vicepresidentes, y tres destacados colaboradores del otrora Felipe González: Manuel Chaves, Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Salgado. Los tres tuvieron cargos de responsabilidad en los años más oscuros del «felipismo», los de la agonía y la decadencia. Son los supervivientes de una etapa de la que en tiempos renegó el nuevo socialismo de Rodríguez Zapatero.
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