Guardia Civil
Fronteras de Melilla con Marruecos: focos tercermundistas en el siglo XXI
Un guardia civil solo vigilaba de noche una franja del Barrio Chino desde la techumbre de un control.
SEVILLA- Un grito como ¡un explosivo! puede provocar el caos en el paso fronterizo del Barrio Chino de Melilla, aunque el peligro no sea real. Un solo guardia civil controla a las cientos de personas que se agolpan cada día en sus inmediaciones cargadas de los bultos con los que se nutre el «comercio atípico». El tráfico de personas no cesa entre las 7 de la mañana y las 10 de la noche y «un mínimo de descontrol, sobre todo desde las 8 hasta el mediodía –horario de tránsito de los «mercaderes»– puede provocar una avalancha humana», alerta la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC). Prestar servicio en una zona sin sombra en la que en verano se superan con facilidad los 40 grados no es fácil, pero si a eso se le suma la falta de personal para hacer turnos, la complejidad se multiplica. Y hay más dificultades que han provocado imágenes cuanto menos estrambóticas.
La Policía marroquí controla un área aledaña a la verja de separación y el Ejército del país alauita vigila el perímetro fronterizo, la valla. En medio existe un tramo, tierra de nadie y de la que nadie se hace cargo. «Hasta hace un mes –relatan fuentes de AUGC– se subía un agente en los altillos de un control, a unos cuatro metros del suelo, y hacía la guardia de noche». Un único efectivo por los aires custodiaba la citada franja expuesto a un ataque de cualquier tipo y se ha dejado de hacer no porque se haya considerado una práctica arriesgada «sino porque no tenemos gente debido a las ‘bajas' por vacaciones», explican los propios efectivos del Instituto Armado. De la misma forma que «antes había tres o cuatro patrullas de Seguridad Ciudadana no ancladas en ese perímetro, y ahora no llegan a dos», lamentan.
A cierta distancia de ese escenario existe otro control de frontera aún mayor, el de Beni-Enzar, «donde los guardias prestan servicio hasta siete horas de pie» y que tampoco carece de anomalías. Como ejemplo, desde AUGC hacen otra denuncia: «Un aparato que detecta personas en el interior de los vehículos que cruzan –casi siempre se usa con camiones– lleva dos meses sin funcionar porque se le ha estropeado una manguera cuyo precio puede rondar los 600 euros». En relación a la propia flota de coches de la Guardia Civil advierten que con los que operan «son en general muy viejos, algunos superan incluso los quince años». «Y con los recortes presupuestarios –añaden– están dejando de repararse averías, lo que puede acarrear consecuencias graves».
No olvidan tampoco las condiciones en las que trabajan los compañeros a los que «les toca subirse a la garita del Museo Militar». Un habitáculo de madera, de un metro cuadrado de ancho por dos de alto, sin aire acondicionado, «pero, eso sí, con una sombrilla de playa para cobijarse».
En Melilla hay destacados unos 550 agentes de la Benemérita de todas las especialidades, es decir, la cifra incluye a los mandos y al personal que se dedica a labores de oficina. La Asociación Unificada reclama al Gobierno central para ese enclave «caliente» efectivos a pie de calle, «que atiendan las necesidades reales de los ciudadanos y puedan hacer frente a los riesgos ligados a los puntos de frontera entre España y Marruecos». Las fuentes consultadas por este diario insisten en que «el descontento es la nota dominante en la Comandancia de Melilla», actitud que no beneficia a la efectividad y a la eficacia de su labor.
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