
París
Mortier lleva a Frühbeck al Teatro Real
Los ojos de Rafael Frühbeck de Burgos son casi transparentes de puro color mar. Cuando habla con su discurso sereno te los clava y no te da derecho a rechistar. Se expresa con mesura y al explicar cómo le ha ido su reciente gira por Estados Unidos se le encienden los ojos: «Ha sido una experiencia estupenda, qué le puedo decir.

Además, las críticas me han acompañado. Han sido fabulosas y se han publicado en los principales medios de Estados Unidos, con todo lo que ello implica. Mejor no se me ha podido tratar», asegura mientras recuerda que en España, a donde vuelve de vez en cuando y con el pulso y el paso firmes, se ha sentido bien tratado: «Siempre ha habido críticas buenas, malas y medianas, como le sucede a todo el mundo». Y ahí lo deja.
Dejarse cuidar
Lo que se publica de él lo suele leer, «porque hay que saber lo que dicen de uno y cómo lo dicen». Infatigable con su ritmo de trabajo, casi frénetico a su setenta y siete años cumplidos, asegura que la energía le emana de dentro y que se lo debe en buena parte a su hija, «una doctora extraordinaria que está en Pamplona. A mi edad tengo que cuidarme, pero también dejo que me cuiden».
En Madrid se pondrá el lunes al frente de la Orquesta Nacional, una vieja conocida cuya titularidad ostentó entre 1962 y 1978: «Ese año me echaron. Cuando la dejé era una gran orquesta, después dejó de serlo pero se recompuso más tarde. Cada vez que regreso y me pongo frente a los músicos me llena de orgullo comprobar lo bien que suena conmigo».
Cuando se le menta en la conversación el Código de Buenas Prácticas da una larga cambiada; vamos, que contesta lo justo: «La persona que valga ha de estar en el puesto para el que vale, que aporte durante el tiempo que haga falta hasta que llegue otro que valga más, que es como se hace en el resto de países, y creo que no funciona mal. Eso de hoy a ti y mañana me toca a mí no me vale. A estas alturas, ya estoy de vuelta de muchas cosas», comenta mirando siempre fijamente a los ojos.
Extiende sobre la mesa unas fotocopias de reseñas de sus actuaciones por Estados Unidos. Las lee traduciendo directamente con todo el orgullo que le cabe: «¿Entiende inglés? Fíjese lo que dicen en ‘‘The Philadelphia Inquirer'', que he llevado a la orquesta al nivel de la élite». E insiste en que lea lo que se ha escrito sobre él. Bien es cierto que con un manojo de reseñas como las que muestra es imposible no sentirse el director de orquesta más feliz del planeta.
Sobre su fama de hombre duro, Frühbeck de Burgos le quita hierro: «Siempre he gozado del afecto de los músicos a quienes dirijo, aquí en España y en el resto del planeta, cada vez que salgo a un escenario el público me trata muy bien. No me puedo quejar». Y de hecho no se queja cuando salta el tema del Teatro Real a la palestra: «Conozco a Mortier desde hace 40 años, cuando estaba en Gante. Es un profesional reputado, de lo mejor, y ahí quedará todo lo que ha hecho. Me ha ofrecido ir al Teatro Real y voy a dirigir a la Sinfónica de Madrid en un concierto».
No quiere ofrecer más detalles, pero sí se anima a contar que casi estuvo a punto de preceder a Mortier años atrás en la dirección del coliseo: «Cuando Esperanza Aguirre era ministra de Cultura me ofreció la dirección, pero dije que no. No se si se enfadarían conmigo, aunque nunca más volví a recibir una invitación para dirigir en esa casa», confiesa. Sin embargo, no desvela datos sobre cuál fue su oferta: «Dejémoslo ahí», afirma escuetamente. ¿Y le tienta dirigir un título operístico? Responde que cada cosa a su tiempo y que el primer paso ya está dado. Dirige entre 100 y 110 conciertos todos los años, «hago giras con las Dresden (de la que es titular) y ahora saldré por Lucerna, París, Fráncfort, y después embarcaremos hacia China».
Otro idioma
En la educación musical, el maestro Frühbeck sigue viendo una asignatura pendiente, aunque se congratula de la proliferación de orquestas que se han fundado en España y del nivel que tienen, pero habla casi de oídas, dice, porque está un poco desconectado. Lo que sí conoce, y a fondo, es la situación en Estados Unidos, a años luz de la nuestra. Como ejemplo, habla de la orquesta de estudiantes de la Boston Symphony y de los jóvenes del Curtis en Filadelfia. En estas formaciones la mayoría son mujeres, sobre todo, asiáticas. «Dentro de 25 o 30 años a lo sumo, un 75 por ciento de los músicos de las orquestas serán mujeres y un 75 por ciento de ellas, asiáticas», dice. Tiempo al tiempo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar