Crisis económica
El baile de máscaras
Si la política es un juego de simulacros con el objetivo de que el pueblo no se rebele ante la coacción del poder, la relación entre socialistas y sindicalistas es un vistoso baile de máscaras en el que nada es verdad. Del lado de la izquierda, la principal ficción es que se trata de la opción política que más favorece a los trabajadores. La izquierda se traduce en más paro, más pobreza y más impuestos, y en ataques a la libertad y la dignidad del pueblo, al que se desea ver cada vez más sometido al poder, más desconcertado moralmente y con menos capacidad de resistencia. Con tranquilidad se informa a los trabajadores de que tendrán totalmente prohibido fumar en sus bares pero que sus hijas podrán abortar sin su consentimiento. Y no pasa nada. El que Smiley y sus secuaces hayan perpetrado agresiones contra los trabajadores y al mismo tiempo hayan podido ganar elecciones y no hayan sido corridos a gorrazos prueba la hegemonía de esa impostura llamada socialismo.Del lado de los sindicatos, todo es también mentira, empezando por su ideología intervencionista pretendidamente amiga del pueblo cuando es su principal enemiga, y terminando porque se presentan como organizaciones de trabajadores cuando la aplastante mayoría de los trabajadores no los apoyan, no se afilian y no les pagan. Los sindicatos son burocracias que los trabajadores se ven obligados a pagar a la fuerza mediante impuestos. Torrentes de dinero público han fluido hacia unas organizaciones de privilegiados a las que el pueblo da la espalda y cuyo poder es función del poder real, el político, que puede jugar con ellos al gato o al ratón según le convenga, como se ha visto en las pasadas reformas laborales y se verá en la próxima.Dirá usted: dentro de poco gobernará Barbie y gritará ¡fuera las máscaras! No sé yo. ¿Acabará Barbie con los liberados, con todas las subvenciones a los sindicatos y los empresarios y con la legislación laboral que produce paro, y a la vez convertirá la negociación colectiva en algo voluntario? ¿A que no? Pues eso. Que siga la fiesta.
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