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Zoido vitalicio Espadas prejubilado

La Razón
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A Juan Espadas el PSOE le pidió que agarrara la rosa con el puño para que Juan Ignacio Zoido se batiera en retirada como si hubiera visto a Satanás. Pero lo que nunca imaginó el que fue buen consejero de Vivienda es que tuviera que luchar contra tantos elementos. Y así, claro, ni la Armada Invencible. Porque, por mucho que se ponga a cubierto con el famoso paraguas que prestó al condotiero Zarrías, la que están liando los cosarios de Mercasevilla terminará salpicando a Espadas más incluso que el salpicón de marisco de Torrijos. «En ocasiones veo prejubilados», dicen que le han escuchado ya los colaboradores que antes alababan su sexto sentido pero que ahora temen que el primer prejubilado de la política hispalense sea el propio candidato socialista. Del centollo de Bruselas al Santoyo de Jaén.
Mucho en demasiado poco tiempo, tanto que hasta la consejera de Presidencia de la Junta adivina irregularidades. Desde luego, la casquería de la lonja central parece abundante y difícilmente reciclable. Y su hedor mucho más intenso que cualquier joven fragancia que hubiera podido significar Espadas para la izquierda sevillana. En polvo ERE y en polvo te convertirás, le pronostican los sondeos mientras nuestro hombre se pregunta –tal vez desee– si él mismo no es un intruso en la lista electoral como intrusos hay –Antonio, Francisco, Carmen– en la lista de beneficiarios fantasmas.
Sin embargo, ahí está su nombre en la «pole» de la papeleta socialista después de que sus compañeros le rogaran que se quitara las gafas de tantas bofetadas como sospechaban iba a recibir. Y como sólo Vitalicio sabe y vale por lo que calla, algunos llaman ya a Zoido alcalde vitalicio de Sevilla y a Espadas prejubilado de honor.
Suponemos que, al menos, se habrá garantizado la recompensa en otro puesto, quién sabe si en otra lista.