Nueva York
La primera lección de un Premio Nobel
Mario Vargas Llosa, de 74 años, entró como siempre a su clase de Redacción en la Universidad de Princeton unos minutos antes de que empezase a la una y media. Allí, le esperaba María Julia Gutiérrez, de 20 años, junto a otros estudiantes.
Aprovecharon para charlar un poco con el Premio Nobel mientras llegaban el resto de sus compañeros. «Estamos muy ilusionados. Yo hablé con mis padres para contárselo», desvela la joven con una amplia sonrisa. Una vez que los 25 alumnos estaban dentro de clase le aplaudieron.
Estaban un poco nerviosos. Le habían comprado una tarta grande para todos en la mejor pastelería del pueblo de Princeton, Chez Alice, que está justo al lado de la biblioteca de la localidad frente al campus de la Universidad. Era de chocolate y moras rojas y con una dedicatoria especial que ponía: «Felicidades por el Premio Nobel». El escritor sonrió al recibir el regalo. Y les dio gracias después de saludarles con un buenas tardes como hace cada lunes y martes al entrar clase.
La primera lección que imparte es de Redacción y la segunda, sobre Jorge Luis Borges. A pesar de su regalo, Vargas Llosa no dio tregua a los chicos. Que nadie pensase que se iban a saltar la clase sólo porque el profesor había ganado el Premio Nobel de Literatura. Les advirtió de que era mejor que tomasen el pastel en el intermedio porque en ese momento era hora de empezar a dar la lección. Se sentó en su silla sin quitarse la chaqueta como hace siempre y comenzó a hablar. Durante la primera hora y media exploraron los tres tipos de narrador con que un escritor se puede encontrar a la hora de escribir una novela. Y entonces sacó sus libros. Y comenzó la explicación.
Superar la tarta
Una de los estudiantes, María Julia Guitierrez, admitió que «estábamos un poco nerviosos y emocionados. Después, en el descanso de la clase, pudimos hablar más con él y nos hicimos unas fotos», recuerda la mexicana. El cubano Ricardo Mayo, de 19 años, desvela que quiere ser escritor mientras apunta que «en la segunda parte, nos habló de Alejo Carpentier y estudiamos el libro "El reino de este mundo"». Fue presisamente el título que Vargas Llosa repasaba cuando el jueves pasado el secretario general de la Academia Sueca le llamó a las cinco y media de la mañana para decirle que en pocos minutos se iba a notificar que había ganado el Premio Nobel de Literatura.
Después de clase se encontró con sus alumnos y otros profesores en el edificio Chancellor Green. Allí, destacó que «escribir y leer ha sido siempre un extraordinairo placer. Es algo que no cambiaría por nada. Puedo recibir honores y reconocimientos, pero no puedo explicar lo que significa producir historias fantásticas en el mundo imaginario», destacó el peruano.
De cerca le miraban, pero sin querer acercarse demasiado. El colombiano Esteban Aguel y el salvadoreño Erick Walsh, estuvieron en la clase de los martes de Vargas Llosa sobre Jorge Luis Borges. El joven de Colombia admite que «nosotros también tenemos que comprar algo para mañana (por ayer). Hay presión porque ellos (por la clase de María Julia Gutiérrez) le regalaron una tarta y nosotros tenemos que superarlo con algo más», revela. Todavía así, el joven Erick Walsh admite que «bueno, sí, pero a él (por Mario Vargas Llosa) le gusta ir al grano y se va a poner a dar clase en cuanto llegue».
Después del encuentro y de haber saludado uno a uno a todos sus alumnos, el escritor se desplazó al edificio más antiguo de Princeton para una intervención que tituló: «Breve discurso sobre la cultura». Durante estos días le esperan más actos, conferencias y cenas, a pesar de que a él le gustaría estar en su casa tranquilamente dedicado a la lectura y preparando las clases de sus alumnos.
Un lugar con talismán
Ruben Gallo, director del departamento de Estudios Latinoamericanos de Princeton, fue el que se empeñó en traer a Vargas Llosa a Princeton (Nueva Jersey). Nadie lo sabía, pero con esa decisión, el Nobel estaba ya en ciernes. Cada vez que el peruano se encuentra en esta institución, recibe un galardón. Así lo explicó el escritor: «La primera vez que estuve aquí hace 16 años me dieron el Premio Príncipe de Asturias. La segunda, el Nobel de Literatura. Me preguntó qué ocurrirá si hay una tercera ocasión para que venga a Princeton», bromeó durante el encuentro que mantuvo con profesores y alumnos en la antigua biblioteca, situada en el edificio Chancellor Green–East Pyne, donde impartirá clases un semestre.
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