Informática
Los portátiles
Donde veraneo se mueven de un lado a otro bellísimas mujeres y apolíneos infantes abrazados a sus ordenadores
Me intriga sobremanera la necesidad de llevar a cualquier lugar el ordenador portátil. Se da entre los jóvenes. No saben qué hacer si no tienen el portátil encendido. Formulan preguntas raras. «¿Aquí hay wifi?». En donde veraneo, con «wifi» o sin «wifi», se mueven de un lado a otro bellísimas mujeres y apolíneos infantes abrazados a sus portátiles. Hablan en otro idioma. Se regodean. Presionan las teclas con los ojos cerrados. Para mí que se acuestan con ellos. Y algún día tendrán un disgusto. –Mi hija está embarazada–, comentará un padre apesadumbrado a sus compañeros de barra en la copa del atardecielo. –Eso pasa en las mejores familias–, le consolarán los amigos. –¿Se sabe ya si es niño o niña?–; –Es un Mackintosh; –¿El novio es escocés?–; –No, es un portátil–.
Llegaba ella resplandeciente. Mercedes. Un milagro de la naturaleza con acento sevillano. Hasta los deportes –es una gran deportista– los practica con su portátil al hombro. Llegaba a la piscina del Club de Comillas y provenía de la playa. Un día de ésos que no se pueden inventar. Sol, cielo azul, la brisa justa, el agua tibia y pocos homínidos playeros. Una amante de la playa como ella no puede desertar de esa forma. –¿Por qué te has largado de la playa?; –Porque no hay wifi–.
Cuando se impuso la novedad del fax, un amigo de la infancia, de profesión ejecutivo agresivo, lo que hoy denominan «killer» –es decir, un hijoputa–, se instaló un fax en su Vespa. El «killer» gustaba de moverse por Madrid en Vespa para sortear atascos y embotellamientos. Pero no podía estar separado de la actualidad económica y financiera de su empresa ni un minuto, de ahí la instalación «faxivespina». Una tarde de alta primavera, en el Paseo de la Castellana, el fax empezó a vomitar papeles. Algo iba mal. El «killer» mantuvo la velocidad mientras leía los papeles recibidos. Leyó dos. Cuando se disponía a leer el tercero fue lanzado por los aires, con Vespa, fax y todo por un autobús. Catorce meses de hospital. Bueno, pues mucho más peligroso es el portátil. Los hay que cruzan los pasos de peatones trajinando en ellos. Es raro. Ignoraba que en los semáforos hubiese «wifi».
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