Santo Domingo
República Dominicana: en busca de la playa perfecta
Viajar a República Dominicana es, inevitablemente, hacerlo a sus playas, a sus aguas cálidas de color azul turquesa y a sus idílicas costas vestidas de frondosas palmeras. De hecho, el país se encarama, por méritos propios, en lo alto del ranking de los mejores destinos de playa de todo el mundo. No en vano, la excelente oferta hotelera de la costa no invita a otra cosa más que a relajarse con una piña colada y un buen libro en la mano, sin prisas, sin tráfico, sin incesantes llamadas al teléfono móvil.
Punta Cana es, sin duda, el destino más conocido y visitado. Sin embargo, hay rincones más exclusivos que no dejan de sorprender al viajero. Buen ejemplo de ello es la península de Samaná, perfecta para aquellos que aspiran a estar de tú a tú con la madre Naturaleza, ya que con sus numerosos lagos y sus paisajes marinos constituye el relieve geográfico más exótico de la línea costera del país. La belleza de Samaná reside en su simplicidad. Playas inmaculadas sirven de umbral de arrecifes de coral de vibrantes colores, mientras caídas de agua de las montañas atraviesan exuberantes bosques como el Parque Nacional de los Haitises.
Por su parte, un poco más al norte de la isla nos topamos con Puerto Plata, conocida como «la novia del Atlántico». Once kilómetros de playa, que abarcan desde Cofresí hasta Sosúa, regalan al viajero diversión, descanso y buenos servicios.
A pesar de todo ello, República Dominicana es mucho más que sol y playa, pues de alguna manera aquí se gestó la historia del Nuevo Mundo. Porque a este lado del Atlántico no había catedral hasta que se fundó la de Santo Domingo. Ni tampoco monasterio, hospital, universidad, fortaleza o tribunal de justicia. Por ello, no hay que dejar de visitar la capital del país, fundada en 1496, pues en el siglo XXI mantiene intacto su sabor colonial, sus pasiones de antaño y sus ancestrales tradiciones caribeñas.
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