Barcelona

Gaultier feliz entre el flamenco y los toros por Jesús Mariñas

Jean Paul Gaultier, con Mariano y Marc Puig, en la Fundación Mapfre
Jean Paul Gaultier, con Mariano y Marc Puig, en la Fundación Mapfrelarazon

Es mucho más que el sonriente disparatado que cada verano disfruta en Ibiza, o quien este julio apadrinó en Barcelona el libro-denuncia de Josep Sandoval, en viajes donde nunca falta un recorrido por el Barrio Chino. En poco se parecen a Las Ramblas de mis veinte años allí, aunque, como escribió José Luis de Villalonga, «siguen yendo al mar». Una ciudad incomparable que Gaultier exprime en cada visita, como se recordó la otra noche en la cena convocada por Marisa de Borbón –que alterna Mapfre con Loewe– donde no faltaron Pedro Almodóvar y los hermanos Mariano y Marc Puig, que son propietarios de la firma no en su versión perfumera. «Cuando lo compramos –como antaño hicieron con Rabanne o Balmain– estaban adjudicadas las licencias perfumeras a punto de expirar».

Abanicos y peinetas
Ahí nació la emblemática botella que reproduce un corsé. Su santo y seña creador son las camisetas de marinero, un rayado muy Côte d'Azur. Resultan emblemáticas, como los sujetadores cónicos «que diseño desde que tenía 6 años. El primero lo hice a un osito que me regaló mi abuela». Figuran en la espléndida exposición, con mayores atractivos que la también reciente antológica de St. Laurent, que era más de lo mismo.
Encandila con el repaso a sus creaciones, que no aparecen en sentido cronológico sino temático: ropa interior –unos corsés que maravillarían a Lorenzo Caprile–, las influencias étnicas, como deslumbrantes trajes de andaluza o torero hechos con abanicos, tela vaquera o cuero en adaptación de telas modernas. También su investigación de tejidos infrecuentes como los látex ideados para «La piel que habito» –continuadora de «Kika» y «La mala educación», sus anteriores diseños para filmes de Almodóvar–. Gaultier, como un niño grande, habló más que respondió. Se le veía disfrutar en una especie de parlamento-paella que entremezcló Francia, España e Italia, palabras siempre remarcadas por gesticulación:

–Adoro a Rossy de Palma...
–Es un icono de su moda, con Amanda Lear y Madonna.
–Son mujeres extremas que, sin embargo, tienen mucha afinidad. Lady Gaga sólo imita a Madonna, que ya en los 80 coleccionaba pinturas de Frida Kahlo; se anticipó a todos–. No hay que perderse el capítulo de vírgenes muy andaluzas o la serie de trajes aflamencados, donde destaca un tocado con catorce peinetas.
–Adoro los toros porque me parecen un ejercicio de equilibrio donde el matador está disminuido. No le veo ningún tipo de crueldad como algunos sostienen.