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La Cabalgata de la ilusión
MADRID- La noche más mágica para todos los niños madrileños se merece una bienvenida espectacular. Y así fue ayer la Cabalgata de Reyes de la capital que recorrió el paseo de la Castellana y el de Recoletos desde las seis y media hasta casi las nueve de la noche. Además, el buen tiempo de este año hizo que se batieran todos los récords de asistencia.
Armados con bolsas, paraguas, escaleras, bocadillos y hasta café en un termo, decenas de miles de niños acompañados de sus padres y abuelos esperaron con ilusión desde mediodía a que apareciesen Melchor, Gaspar y Baltasar. «Llevamos desde la una y media», chillaban Elena, Olga y Lucía. A su lado, Juan José explicaba con todo detalle que su rey preferido es Melchor y que se había portado muy bien este año. «Ya he mandado la carta», aseguraba orgulloso.
Aunque muchos de los niños apostados en Nuevos Ministerios ya disfrutaban de la música de las 14 carrozas que formaban parte de la comitiva real, el pistoletazo de salida lo dio la Compañía Oposito con su espectáculo «Las muñecas de Jo'Burg». Las bocas de los más pequeños permanecieron abiertas durante los bailes iniciales de las familias africanas y las demostraciones del tragafuegos que lanzaba llamas a lomos de un escorpión gigante.
A continuación, el escuadrón ecuestre de la Policía Municipal abría el desfile de carrozas con la primera y espectacular puesta en escena de El Corte Inglés, responsable también de las carrozas de los Reyes Magos, que presentaba el mundo de fantasía con la inspiración de «el regalo de la inocencia» que es el leit motiv de la Cabalgata.
Un año más, no podían faltar los clásicos camiones antiguos de los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, así como las carrozas del Zoo –cuyos acompañantes iban disfrazados de distintos animales– y el Parque de Atracciones. Cantajuego, que realizó una actuación en la plaza de Cibeles mientras esperaban la llegada de la comitiva real, estuvo también presente en la carroza de Unicef, y los extraterrestres de la película MIB 3 llenaron a los niños de caramelos. Porque otra cosa no, pero caramelos hubo a puñados, toneladas y toneladas, la mayor parte de ellas sin gluten, lanzados con alegría por los ocupantes de las carrozas y disputados del cielo al suelo por las filas y filas de niños madrileños que alternaban entre la caza del dulce y atender al espectáculo que pasaba por delante de ellos.
Un apunte triste fue el de muchas familias que, apostadas en la plaza de San Juan de la Cruz no pudieron disfrutar apenas de la Cabalgata puesto que la organización había situado al escuadrón ecuestre de la Guardia Civil, que precede a sus Majestades de Oriente, justo delante de parte del público.
Tras la aparición de las últimas carrozas, entre las que se pudo ver a los perritos del papel higiénico de Scotex, que cumplen 40 años, o a los héroes de los dibujos infantiles Pocoyó, Dora la Exploradora y Bob Esponja –que logró una ovación infantil casi comparable a la de los Reyes Magos– en la carroza de RTVE; llegó el turno del cuento de «El soldadito de plomo», presentado por el Área de las Artes sobre un pequeño castillo rodante.
La bella historia del soldadito cojo enamorado de la bailarina de la caja de música se transformó en un bello pasacalles en el que aparecían todos los juguetes de Navidad, incluidos los demás soldaditos de plomo, y el malvado payaso que intenta separar a los amantes. El viaje del soldadito en las cloacas con su comparsa de simpáticas ratas hasta el mar, representado por medusas gigantes y peces voladores, termina en el mercado donde la familia propietaria de la bailarina compra el pescado que se había comido al soldadito y los une para siempre de nuevo.
Pese al maravilloso espectáculo, la algarabía de los pequeños de la casa subió varios decibelios con la aparición de «Salvador», la marioneta gigante que ejerce de paje de los niños. Tras él, la aclamación a Melchor, Gaspar y Baltasar fue tremenda. Muchos aprovecharon para entregar sus cartas a última hora al centenar de pajes reales que acompañaban a las carrozas hasta llegar a Cibeles. Allí, los Reyes Magos desearon la paz a los madrileños.
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