Desarme de ETA
La puerta del cementerio por José Luis Alvite
Cada día se produce en nuestro país un gesto solemne en apoyo de una postura que se pretende histórica. Estamos ahora ante el gran gesto del Gobierno para dar pasos en orden al final de la era post terrorista que siguió al anuncio de ETA renunciando a la lucha armada, hermético gesto encapuchado de una organización poco fiable que tampoco ha dispuesto una decisión práctica demostrativa de su posición teórica. Algunas asociaciones de víctimas del terrorismo mostraron su rechazo y contaron con el arropamiento de algunos representantes cualificados del Partido Popular molestos por lo que parece una componenda política de dudoso gusto moral. ETA no se ha disuelto, ni ha entregado las armas, y ello supone que podría reponer su actividad en cualquier momento. Por otra parte, que los asesinos de la banda pidan perdón no tendría por qué significar que se extingan sus responsabilidades penales, que no fueron contraídas con los políticos maniobreros que ahora ablandan sus posturas, sino con toda la sociedad. A un tertuliano radiofónico le escuché ayer la demanda de un perdón generalizado, avalándola con una referencia a la actitud compasiva tenida con los vencidos al final de la II Guerra Mundial. Sin duda olvidó que los criminales del III Reich fueron juzgados en Núremberg y en muchos casos condenados a muerte y ejecutados. La del perdón generalizado es una encomiable actitud evangélica, pero conviene no olvidar que los crímenes de ETA fueron juzgados por los tribunales, no por la orden franciscana. Muchos de los etarras en prisión tienen suerte por haber delinquido en esta nación de políticos pusilánimes. En otro país sólo habrían salido de la cárcel por la puerta que da al cementerio.
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