Literatura
«El evangelio» de Lucas por César Vidal
De entre los cuatro evangelios canónicos que figuran en el Nuevo Testamento, el de Lucas tiene características muy peculiares que lo diferencian de otros. De entrada, Lucas es el único autor de los Evangelios que no era judío. Se trataba de un gentil de entre los primeros que aceptaron el Evangelio, posiblemente de la misma boca de Pablo. Lucas también fue el único de los evangelistas que gozó de lo que ahora denominaríamos una educación superior, ya que era médico. De hecho, describe las dolencias utilizando un vocabulario propio no del hombre culto sino del especialista. Incluso su nombre parece indicar que los primeros años de su vida fue esclavo y que, en un momento determinado, logró comprar su libertad y convertirse en liberto.
Lucas tuvo la pretensión de llevar a cabo un relato exacto y ordenado, casi podríamos decir científico, de la vida de Jesús. Durante la detención de dos años que sufrió Pablo en Cesarea, Lucas, que formaba parte de su equipo misionero, consultó documentos previos, interrogó a testigos –posiblemente a la misma madre de Jesús –y recuperó datos que no aparecen en los otros Evangelios. De no ser por Lucas, la parábola del Hijo pródigo – la más hermosa y profunda– no habría llegado hasta nosotros y lo mismo habría sucedido con la del buen samaritano o la del fariseo y el publicano. Lucas era un personaje inteligente, sensible y compasivo al que, en fechas como éstas, hay que recordar de manera especial. Sólo él recoge el episodio de la Anunciación –que daría lugar a tantas obras de arte– o el Magnificat o la visita de María a su prima Isabel. Es cierto que sin el testimonio de Mateo, el relato de Lucas por sí solo quizá no habría dado pie a algún dogma, pero aun así su lectura resulta deliciosamente indispensable.
Porque, para remate, Lucas fue un gran historiador. Puntilloso, exacto, meticuloso, Lucas está a la altura de otros autores griegos como Tucídides y, tal y como dejaron de manifiesto las excavaciones llevadas a cabo por William Ramsay, es mucho más exacto que Tácito o Suetonio. Aunque sólo sea por eso –y hay muchas más razones–, merece la pena aprovechar este tiempo de Navidad para leer el Evangelio de Lucas.
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