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La deslealtad de López

La Razón
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La ruptura del pacto entre PP y PSE, que ha permitido gobernar en el País Vasco al socialista Patxi López en solitario, cierra un capítulo histórico que se abrió en marzo de 2009 y aboca a la convocatoria anticipada de las elecciones, previstas para el próximo año. El detonante de este desenlace, que venía larvándose desde hace meses, ha sido la decisión del lendakari de recurrir al Tribunal Constitucional las reformas sanitarias del Gobierno de Rajoy, que ha sido intepretrada por el líder del PP vasco como un acto de deslealtad inasumible. Tiene toda la razón Antonio Basagoiti. Si López hubiera querido preservar el acuerdo a toda costa no habría incurrido en la provocación calculada de arremeter frontalmente contra el partido que le ha sostenido en Ajuria Enea. La ruptura, por tanto, ha sido consciente y premeditada, buscada por los socialistas con fines electorales. Que intenten endosarle el fracaso al PP es, además de cínico, de pasmosa mezquindad. El pacto que ambos partidos firmaron hace tres años, con el elocuente título «Las bases para el cambio democrático», fue saludado con el aplauso esperanzado de todos los demócratas, pues por primera vez el Gobierno del País Vasco no recaería en manos nacionalistas, sino en las fuerzas constitucionales. Había llegado la oportunidad tanto tiempo esperada de oxigenar la habitación cerrada en que el PNV había convertido la sociedad vasca y, sobre todo, se presentaba la gran ocasión de plantar cara en la calle a los matones de ETA y su brazo político. Tres años después, sin embargo, el balance no es satisfactorio. Es cierto que la banda terrorista ha desistido de seguir asesinando, pero sigue en pie y con las armas en la mano. Tampoco la gestión de López ha sido capaz de renovar las instituciones y de revitalizar la apuesta constitucional. El complejo que arrastra el PSE de que no le consideren bastante nacionalista ha llevado a sus dirigentes a un proceso de pequeñas traiciones al PP, algunas tristes y otras miserables. Como ejercer de abogado de la legalización a toda costa de los batasunos, mostrar más interés por los terroristas encarcelados que por las víctimas o encabezar la manifestación para pedir la libertad de Otegi. Por el contario, Antonio Basagoiti siempre actuó con lealtad, antepuso los valores constitucionales al interés del partido y defendió contra viento y marea el pacto que sólo beneficiaba al socialista López, sin sacar provecho y a fondo perdido. Es una lástima que esta aventura no se haya llevado a término, pero es evidente que el personaje elegido no ha estado a la altura del reto, le ha faltado talla política y ha carecido de fibra moral. López tuvo en sus manos hacer historia con mayúsculas, pero se quedó en vuelo gallináceo. Lo procedente ahora es que convoque ya elecciones y ponga fin a su propia farsa sin más dilación.