La Habana
Cuba en la manigua por Martín Prieto
Hace pocos meses Oswaldo Payá dio una extraña vuelta de campana con su furgoneta y comentó: «Me han dicho que me van a matar antes de que termine el régimen, pero yo no voy a huir». Son innecesarias las lógicas especulaciones sobre la muerte de Payá, porque el conductor, Ángel Carromero, uno de los cuadros de las juventudes del PP, regresará a España y dará la versión cierta de los hechos libre de toda coacción. En cualquier caso, es abyecto el comentario del jefe comunista Cayo Lara despachando el deceso como un siniestro de tráfico más, sin aludir a la personalidad del fallecido. Los que siguen a éste en las manifestaciones ya saben que para la crisis propugna arroz a la cubana como plato único. Los arúspices políticos que siempre se equivocan pronosticaron hace años que tras la desaparición de Fidel Castro la puerta de salida cubana eran las Fuerzas Armadas. El Ejército no se ha significado en la represión, ha sufrido en las guerras africanas (perdiéndolas) y ha visto cómo era fusilado un héroe nacional como el general Ochoa. Podía haber dirigido una lenta y segura transición, pero la dinastía Castro se ha sucedido a sí misma como en Corea del Norte y Raúl no permite devaneos a los oficiales. El modelo vietnamita con «Coca Cola» y un Embajador americano piloto de bombardeo y ex prisionero en el «Hanoi Hilton» tampoco vale por la Ley Helmes-Burton, tenida por bloqueo cuando una vez por semana un buque con bandera estadounidense arriba a La Habana con medicinas y alimentos básicos. Y el país que fuera el casino de EEUU es hoy el prostíbulo español y canadiense con extensiones a una pedofilia tolerada. No hay comercio con Cuba porque no pueden pagar. Payá, desde su cristianismo, quería conciliar lo sano y viable de la revolución con las libertades públicas, y estaba alejado del «exilium tremens» de Miami. Era insustituible, pero sólo la muerte te libra de la manigua.
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