Terna toros y un público entregado: la receta perfecta

El Juli estuvo auténticamente extraordinario con el que abrió plaza. Un toro al que inició su faena con unos doblones para enjaretarle después sucesivas series de muletazos muy templados y ligados todos ellos sin apenas enmendar los terrenos que pisaba. Una faena que contó con un gran colaborador en un burel para el que se pidió clamorosamente el indulto y que el madrileño pasaportó con uno de sus habituales estoconazos. Ante el cuarto se lució con unas ceñidas chicuelinas, pero el animal se vino pronto abajo después en el último tercio, por lo que su tarde no se pudo redondear al completo. Pese a todo, recibió una oreja más.
Castella fue el máximo triunfador del festejo al pasear los dos apéndices de cada uno de sus dos adversarios. Un Castella que supo aprovechar las condiciones de sus astados. Comenzó a hacerlo en su primero con unos ayudados por alto. En el quinto, se lució con los cambiados por la espalda. En ambos casos, después, fue acortando las distancias hasta llegar a situarse los pitones a escasos centímetros de sus muletas.
Manzanares sorteó el lote menos lucido. Quiso matar a ambos en la suerte de recibir. Fue especialmente importante la faena realizada ante el que cerró plaza, construida a base de muletazos robados con tesón que, unidos a la buena ejecución de la suerte suprema, le valieron la concesión también de la puerta grande.

Barcelona. 3ª de la Feria del Mediterráneo. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández (1º y el 6º bis), bien presentados, buenos en general, el 1º, al que se pidió el indulto, premiado con la vuelta al ruedo. Más de media entrada. El Juli, de verde esperanza y oro, estocada, aviso (dos orejas); estocada (oreja). Sebastián Castella, de lila y oro, estocada (dos orejas); casi entera (dos orejas). José María Manzanares, de malva y oro, tres pinchazos, estocada, aviso (ovación con saludos); estocada (dos orejas).