Barcelona
Julieta Serrano: «Algunas trabajamos gracias a las arrugas »
Es una señora de la escena, a la que le debe mucho. Uno de sus primeras películas fue «Cuarenta grandos a la sombra», de Mariano Ozores.
Es, sin duda, una de las grandes actrices que ha dado este país en el último siglo, pero también es una Julieta sin Romeo: como cuenta ella misma, el teatro la abdujo por completo («el teatro me comió el tiempo») y para cuando se dio cuenta, el momento de los hijos y del amor se había pasado o se había quedado en otra parte, en esa especie de limbo donde descansan sin posibilidad de resurrección los sueños y los proyectos que nunca llevamos a cabo y que quizá los años convierten en lamentos o nostalgias, en tangos o en boleros. Tuvo una relación que duró diez años, dice, y luego nada más. Mucho teatro, cine y TV. Y las noches de Bocaccio, cuando mientras nos bebíamos el manso arreglábamos el mundo hasta la madrugada.-«LA RAZÓN» regala el próximo viernes una de sus primeras películas, «Cuarenta grados a la sombra», de Mariano Ozores.-Recuerdo que era la historia del típico veraneo familiar en Benidorm: el matrimonio, los hijos, la suegra, la abuela, todos apretados en un «seiscientos», con el botijo en la baca.-También una historia de «Rodríguez», los maridos solos en la ciudad...-Sí. Ahora, qué figura tan rancia nos parece el «Rodríguez», ¿verdad? No creo que hayan desaparecido. Serán de otra forma.-Trabajaba con Landa y López Vázquez, que estaban en casi todas.-Sí, los dos extraordinarios actores. Luego hice con José Luis «Mi querida señorita». Cuántos miedos tenía. Pero era muy dúctil, podía hacer todo.-La película es del 67. Entonces, TVE estrenaba «La saga de los Forsythe».-Me acuerdo, pero yo no veía mucha tele. Estaba en plan intelectual, era más de cenas y cine-club.-Se publicaba «Cien años de soledad», de García Márquez.-La leí ese mismo año. Estaba en la compañía del teatro Español, que dirigía Miguel Narros. Creo que hacíamos una larga gira.-Triunfaba El Cordobés, Manuel Benítez.-Fue el personaje de ese tiempo; era un tipo muy atractivo, por su valor, su vida, su primitivismo...Yo no soy taurina, pero estuve en La Maestranza, y el espectáculo era allí tan bello, por la luz, por el color, por la gente, que se me olvidaba el sufrimiento del toro y todo eso. No soy partidaria de que se prohíban los toros. El que quiera ir, que vaya. Y el que no...(No tiene buen oído para la música, pero su voz suena plena, como siempre. José Luis Alonso y Miguel Narros fueron sus descubridores y todavía recuerda lo que le dijo María Luisa Ponte cuando le oyó en su primera lectura para Narros: «¿Y tú, niña, por qué no vives de esto?». Antes había dibujado y vivido del dibujo. Estuvo rellenando colores en una película de dibujos animados –Escobar era el jefe– y luego trabajó en esmaltes suntuarios (cálices, medallas de comunión, joyería). «Era una copista excelente, me dice, pero no era creativa. Me sentía más creativa en el teatro»).-Y luego fue una chica Almodóvar...-Sí, se decía mucho lo de «chica Almodóvar»; ahora ya soy una señora Almodóvar.-No sé si le hubiera gustado ser una actriz sexy y explosiva...-Yo era más bien reprimida, ocultaba más que mostraba. Las señoras despampanantes tenían más oportunidades en el cine. -Es, en el total sentido de la palabra, una actriz de prestigio.-Eso dicen. Los jóvenes actores me comentan a veces: «qué bien has llevado tu carrera». Y no es así. La carrera me ha llevado a mí. Yo sólo he hecho los papeles que me han ofrecido por mis características físicas y mi forma de trabajar. Quizá si hubiera sido una señora despampanante no habría hecho muchos grandes papeles. Nunca se sabe.-Me imagino que hay una obra que recuerda especialmente...-Sí, «Las criadas», de Genet, con Nuria Espert y dirección de Víctor García. Nos prohibieron la obra cuando estábamos ensayando y luego, gracias a los buenos oficios de Nuria y Armando Moreno, estrenamos casi clandestinamente en Barcelona. Pero fuimos al festival de Belgrado, ganamos el primer premio, y volvimos llenas de gloria. Ya no se atrevieron a prohibirla.-Ah, la censura...-Sí, era terrible, patética. Las anécdotas que se cuentan hacen gracia a los jóvenes, pero entonces no nos hacía ninguna gracia.-¿Y cómo vivió el franquismo?-Con miedo. El franquismo era vivir con miedo siempre: a las venganzas, a los rencores, a las prohibiciones...-No se casó nunca...-No. De joven ya sabía que no me iba a casar, porque no era creyente y además nunca acepté que fuera necesario firmar papeles para demostrar que quieres a alguien. Tuve una relación que duró diez años. Nada más. El teatro me abdujo, me comió el tiempo, y luego ya era tarde para todo...-Su última película, «Un poco de chocolate», habla del deterioro de la edad.-Sí, soy la hermana de un hombre con demencia senil.-Envejecer es lo peor, ¿eh?-Estoy de acuerdo con lo que decía Katherine Hepburn: «Cuanto más se envejece, más se parece la tarta de cumpleaños a un desfile de antorchas». Pero me siento llena de energía y de ganas de vivir, aunque el deterioro es inevitable. Hay que cuidarse: se acabó lo de acostarse a las diez de la mañana en la Feria de Sevilla. Aunque como dice Gerarda (Chaplin), algunas trabajamos gracias a las arrugas: como todas las demás se han operado...Ya no trabajo por necesidad, sino por puro placer: después de 60 años, puedo elegir papeles. Ya era hora, ¿no?(Dejó hace tiempo el cigarrillo y el trago: «Fumaba y bebía porque todos mis amigos eran muy borrachos», dice riendo. No ha dejado el vino, «porque no hay nada como una botella de buen vino compartida con los amigos». Rueda en Barcelona una película de Ventura Pons basada en un libro de cuentos de Quim Monzó: «Mil cretinos». A sus 77 años, no ha pensado en retirarse. Lo de morir en el escenario no le dice ni fu ni fa, «porque morimos donde nos toca; yo sólo pido que el trance sea rápido y leve». El brillo de sus ojos no engaña. Pura vitalidad, puro amor al oficio. Julieta sin Romeo, sí. El teatro se lo llevó todo. Y le dio todo. O casi todo. Nunca se sabe)
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Pasividad ante la tragedia