Sevilla
Una «Traviata» que encandila
Temporada de Ópera en Sevilla«La Traviata» de Verdi. N. Amsellem/ M.Cantarero, T. Ilincai/ I. Jordi, G. Petean, I. Metxaka... F. Zeffirelli, escenografía y direc. de escena original. P. P. Paccini, reposición. A. Licata, direc. musical. T. de la Maestranza. Sevilla, 11 y 12-6-10.
Caballé se negó siempre a cantar Violetta en la Scala y a Freni la masacraron allí cuando se atrevió a revivir la mítica producción de Visconti/Callas. Hoy cualquiera puede cantar «Traviata» porque los tiempos han cambiado. La Maestranza ha jugado sobre seguro con una producción típica de Zeffirelli en la que se mezclan el realismo más exacerbado con un intento de dejar libre una parte a la imaginación que no siempre funciona. Así la aparición de una extraña Violetta di Lammermoor en el acto III. Tampoco todo se halla resuelto dramáticamente y Alfredo se comporta como un pasmarote en la fiesta inicial. La belleza llega con el invernadero del acto II y el colorido festivo en el III, cuyo decorado fue ovacionado nada más alzarse el telón. Puro Zeffirelli.Cantarero debutó en el papel titular y mostró que afortunadamente el bache de los últimos tiempos ha sido superado. Conectó desde el inicio con la sala, sobre todo tras el «Sempre libera», coronado por un impactante mi bemol, en el que lució el pleno dominio de la coloratura que corresponde a una soprano ligera. Violetta precisa tres sopranos y la voz de Cantarero no es la de esa lírica ancha del «Amami Alfredo», ni la dramática del tercer acto, pero suplió las carencias con el inteligente uso de medias voces y pianos que llegaban al corazón. La voz de Norah Ansellem ha perdido proyección desde sus «Traviatas» madrileñas; sin embargo, tiene muy colocado el personaje en lo vocal y en lo escénico y, superado un dubitativo primer acto, convenció ampliamente. Teodor Ilincai cumplió sin más como Alfredo e Ismael Jordi, perfectamente compenetrado con Cantarero, ofreció una lección de buen decir y musicalidad, con un «Parigi o cara» de la mejor factura. Completó la envidiable línea de canto George Petean, barítono lírico que supuso una revelación como Germont, cantando con una nobleza que provocó aclamaciones en su segundo acto. Andrea Licata fue responsable de que los artistas pudiesen cantar a gusto y se escuchase todo, incluso esos matices y contrastes dinámicos que frecuentemente se hurtan. Un gran triunfo para dos repartos con un título nada fácil.
✕
Accede a tu cuenta para comentar