Londres
Dos horas más
No puede ser... ¿Tres días sin Metro? Qué sentimiento de orfandad si se tiene en cuenta que sus vagones son lo más parecido a mi segunda residencia con vistas a unas veinte estaciones, muy entretenidas ellas, cada una con un motivo decorativo distinto: la de Diego de León más formal, con paredes de algo parecido al mármol, la de Arganzuela-Planetario más futurista... Una juerga, vamos.Entiendo los derechos de sus trabajadores a la huelga, pero vulneran uno sagrado para mí: no levantarme dos horas antes de lo normal para ir de autobús en autobús y tiro porque me toca. Se harán eternos estos tres días. Como la canción de Kiko Veneno, sólo que aplicada al Metro, le echaremos tanto de menos, tanto, como antes le echábamos de más. Pero, si hay que ser justos, los madrileños gozamos de un Metro para enmarcar. Le deberíamos de enseñar como un monumento más de la ciudad. No tiene nada que ver con el suburbano desvencijado de Londres o el de París, cuyo interior parece un refugio antiaéreo. El nuestro es limpio y está bien iluminado, sus estaciones van poniendo picas en todos los rincones de la ciudad y aledaños y no es habitual que miremos el reloj con impaciencia. Pero llega una huelga y, como en todo servicio público, está se transforma en un chantaje en el que los rehenes somos los ciudadanos. Se soportará como se pueda. Yo, mal. Insisto, que recorrer la ciudad a ras de suelo es una labor mucho más inhóspita que ir por las entrañas de la ciudad sin más sobresaltos que las frenadas al límite de algunos conductores.
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