España
Tiempos de cambio por Ángel del Río
No recuerdo ordenanza del taxi que haya tenido tan alto nivel de consenso en el gremio como la que se acaba de aprobar. En tiempo de mudanza a veces es conveniente hacer cambios, sobre todo cuando hay un sector que sufre la crisis de forma tan notoria como es el que nos ocupa. Entre aquella desaforada pretensión de que los taxistas hablarán inglés por necesidades de una urbe moderna, y el consentimiento de que el taxi y su conductor no guardaran las mínimas normas de higiene y salubridad, hay un espacio intermedio, que es el que contempla la nueva ordenanza, exigiendo al taxista corrección en la forma de vestir y en el aseo personal. No se trata de que los taxistas vuelvan a tener uniforme, como el que estaban obligados a vestir en otros tiempos, con sus gorras de plato, que un día lanzaron a la pileta de la Cibeles en protesta por el calor que soportaban en verano con la cabeza tocada con esa gorra de visera.
La nueva ordenanza intenta evitar la picaresca, el abuso y la estafa en las carreras al aeropuerto, y para ello se establecen tarifas fijas. Novedad importante también es la posibilidad de taxis con cinco o más plazas, pagando un suplemento a partir de la quinta plaza, y el hecho de que poco a poco los vehículos sean respetuosos con el medio ambiente de la ciudad. Lo que sigo sin comprender es la negativa del Ayuntamiento a que los taxis lleven publicidad exterior, como en otras ciudades de España y del mundo. No le veo el sentido, cuando hay vehículos municipales de transporte público, como los autobuses de la EMT, que la llevan. El sector necesita cambiar para sobrevivir a una crisis económica y a una ciudad hostil con la movilidad por la gran cantidad de eventos callejeros que se celebran. Está bien que empecemos por la higiene y sigamos por la implantación de vehículos no contaminantes de aquí a 2020, y si además se consigue erradicar la picaresca, mejor que mejor.
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