Prostitución
Elena y sus monstruos
Hay pocas cosas más deleznables e irreparables que la ruptura traumática de la infancia. Por mucha imaginación que empleemos, jamás podremos saber lo que ha sufrido esta niña de 14 años, obligada a prostituirse y a convertir su cuerpo en una mercancía alquilada por 30 euros. El mundo adulto oculta sombras que toman forma criminal y consiguen removernos el estómago y la conciencia. Sinceramente, no creo que este suceso sea achacable exclusivamente a la inmigración ilegal, por el hecho de que sea un clan rumano el encargado de retener y explotar sexualmente a Elena. El mal y el delito no tienen nacionalidad ni raza. También se beneficiaban del sexo de la niña hombres españoles y, para mayor vergüenza, con relevancia pública. Cuando los criminales de cuerpo y alma pertenecen al grupo de ciudadanos que se supone nos representa y vela por nuestros intereses, como políticos y jueces, la indignación se acrecienta aún más y revela que nuestra sociedad alberga fallos y errores que debemos solventar. Respetando la presunción de inocencia y en espera de que la justicia actúe, espero que el castigo sea ejemplar como merece el delito. Y también espero que con esta menor empleen el mismo celo informativo que ostentan con los menores que secuestran y asesinan. Y sobre todo que las productoras y las televisiones de siempre no empiecen a babear por lucrarse con tan execrable drama y pujar, también ellos, por hacerse con la mercancía. Podía haber sido su hija. O su nieta.
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