Historia

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No hay mal que por bien no venga

La Razón
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De entre los episodios de la Historia contemporánea que más perplejidad han causado a historiadores y legos destaca aquel de un Franco cenital que, en 1973, al anunciar al pueblo español el asesinato de Carrero Blanco, pronunció un tembloroso «no hay mal que por bien no venga». El documento leído por Franco ha llegado hasta nosotros y, partiendo de su examen, resulta obvio que el dictador no repitió lo que otros le habían redactado. Tampoco –como podrían pensar algunos– se hallaba al borde de la demencia. Por el contrario, las enmiendas introducidas en el borrador de su puño y letra dejan ver que sabía más que sobradamente lo que decía. El personaje más cercano del Régimen acababa de volar por los aires a causa de un atentado de la banda terrorista ETA, cierto, pero, dado que en los últimos tiempos había estado más cerca del Príncipe que de Franco y que esa circunstancia, conocida del círculo del poder, había creado no poco revuelo… pues eso, que había sido una desgracia y además un crimen, pero quién sabía… No hay mal que por bien no venga –debió de pensar el general– y así muchos tomarán nota. Me he acordado no poco de la anécdota reflexionando estos días sobre la última resolución de la Audiencia Nacional que enmienda la plana a las actuaciones del juez Ruz en el caso del bar Faisán. A primera vista, la historia desprende un hedor desagradable, siquiera porque el juez Gómez Bermúdez –que a tantos nos decepcionó durante el proceso del 11-M– se las arregló para reconducir la causa a un pleno del que han ido saliendo de rositas presuntos culpables. En el caso de la última actuación, el auto de 75 folios donde se mencionan hasta doce indicios contra tres policías es rechazado con unos argumentos que los que hemos tenido que intervenir en algunas docenas de procesos penales encontramos, como mínimo, dudosos. Ni que decir tiene que los que desean que se sienten en el banquillo unos agentes del orden que, presuntamente, cometieron el gravísimo delito de colaborar con una banda terrorista para que su plana financiera pudiera escapar de la acción de la ley se han sentido muy revueltos con este nuevo paso de la causa. Sin embargo, no estoy yo tan seguro de que el resultado sea tan negativo. Hasta ahora, había logrado eludir la acción de la Justicia, primero, Camacho, evanescente ministro del Interior que parece más ocupado en salir de Dios sabe dónde que en ocuparse de su obligación; segundo, Alfredo Pérez Rubalcaba, antiguo ministro del Interior sin cuyo concurso resulta bien difícil de creer que un policía avisara a unos terroristas de que podían detenerlos en los próximos minutos, y, tercero, ZP que andaba a la sazón dispuesto a todo, lo que se dice todo, con tal de llegar a un acuerdo con una banda de asesinos que ha arrancado la vida a un millar de españoles. Si ahora el juez Ruz retoma la causa con la debida diligencia, es más que posible que tenga que llamar a declarar a Camacho, a Rubalcaba e incluso a ZP y el caso del Faisán adquirirá una nueva dimensión, seguramente más certera y cercana a la realidad. Y entonces… entonces lo dicho, que no hay mal que por bien no venga.