Convenios colectivos
Guerra suicida por Sandalio Gómez López-Egea
La respuesta, más visceral que reflexiva, de los sindicatos ante la reforma laboral, aconseja realizar un análisis sosegado de cómo puede afectar su contenido al ejercicio de la función principal de un sindicato, que no es otra que la defensa de los derechos de los trabajadores. ¿Acaso se puede afirmar que pierden poder en comparación con la situación actual? Cualquier reflexión no se puede hacer al margen del papel que han jugado los sindicatos mayoritarios en los últimos años, tanto a nivel de empresa como en el conjunto de la sociedad y cómo ha sido percibido por la ciudadanía en general y por los trabajadores en particular.
Al mismo tiempo que han ampliado sus cotas de poder en la gran empresa, con un número de liberados en aumento y amparados en el papel preponderante que el marco laboral les otorgaba y los convenios les confirmaban, se ha ido desdibujando su papel como garantes de un equilibrio de poderes en la sociedad. Esa falta de coherencia, antes o después, se paga. Es necesario que recuperen cuanto antes la credibilidad perdida y se adapten a las reglas del juego que establece la nueva reforma laboral. Su poder real se va a poner de manifiesto en función de la capacidad que demuestren para negociar sin una posición preponderante.
El fin de la ultraactividad de los convenios supone anular lo conseguido a lo largo de los años en un convenio de empresa y regirse por el convenio de ámbito superior; la posibilidad de someterse directamente a la sentencia de un juez, sin pasar por una autoridad laboral más comprensiva de la realidad, en los casos de expedientes o de modificación sustancial de condiciones laborales, va a poner a prueba su capacidad de llegar a acuerdos. Ante un marco más difícil que les plantea la reforma, deben demostrar su verdadera talla y ganar en «autoritas» lo que hayan podido perder en «potestas».
Sandalio Gómez López-Egea
Profesor del IESE
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