Museo del Prado
Felipe IV y «El Coloso»
Los expertos del Metropolitan de NY han devuelto la autoría a Velázquez del retrato de Felipe IV. Los marchantes y los expertos sólo resucitan genios con valor de mercado. Y así, Velázquez parece regresado, con el pincel fresco, al empleo de pintor de cámara de Juan Carlos I de Borbón: lo espera un tílburi a la puerta de palacio.«Incluso yo pinto picassos falsos», decía Picasso, que mandaba a los niños a regar con pipi sus estatuas de bronce. Los «autentificadores» lampan por encontrar un yacimiento de cuadros sin firmar, «de verdaderos Picassos falsos», y homologarlos. Son ellos los que ponen la firma al pie, que es lo único que evitaba hacer Elmyr de Ory. El mayor impostor de la Historia descubrió que sería más rentable falsificar que pintar una obra propia; fue capaz de calcar un Mattisse y colárselo a un museo de Harvard. La bandera de un país, por debajo de los colores, es un exclusivo panteón de nombres ilustres. Uno dice España y como no hay biblioteca que pueda explicarla, se cacarea una breve alineación de difuntos estelares. A veces tras Colón, Velázquez o Goya, se cita alguna catedral, porque en el anonimato cabemos todos y así los plebeyos inventamos un antepasado que ayudó a construir la de Burgos. Según los expertos, en 2009, «El Coloso» de Goya dejó de ser de Goya; el aragonés también había dicho: «Incluso yo pinto Goyas falsos».
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