Literatura

Nueva York

Los «nuevos» americanos

Las letras estadounidenses se renuevan con voces del exilio

La Razón
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BARCELONA- En 2050, el joven Juan Sánchez Cubas será el mejor escritor chino de su generación, y esto querrá decir que será el mejor escritor del mundo.Su historia personal será similar a la de cientos otros. Sus padres se marcharán de su Tarragona natal huyendo de la guerra y la hambruna y aterrizará en China en busca de un futuro mejor. Por supuesto, no será nada fácil. Ya sabrá algo de chino, como la mitad de la población, pero allí estudiará mucho, conseguirá una beca para una de las mejores universidades de Beijing y en las revistas literarias del campus empezará a llamar la atención por su original forma de mirar el mundo y sus historias extrañas sobre las tradiciones de su país de origen y la compleja vida del expatriado.

Para leer los libros de Juan Sánchez Cubas habrá que esperar al año 2050, pero valdrá la pena. Será el chino más rico y sensual que uno pueda imaginar, un chino que hará llorar incluso a los chinos, los insensibles y poco llorones chinos, cuyos escritores nacionales ya no les dirán nada. Bueno, quizá esta pequeña introducción sólo es ciencia ficción, pero historias similares a ésta están ocurriendo desde el siglo XX en Estados Unidos y ahora el «boom» de los escritores acogidos del extranjero vive un nuevo esplendor.
De Nigeria a Vietnam
Uno de los ejemplos más claros de esta tendencia es Téa Obreht, nacida en Yugoslavia, de la que huyó en plena guerra de los Balcanes, pasó su infancia en Chipre, luego Egipto y acabó finalmente en Estados Unidos, fue a la universidad de Cornell, impresionó a todo el mundo, le publicaron su primera novela «La esposa del tigre» (Mondadori) a los 25 años y se convirtió en la más joven ganadora del prestigioso premio Orange. La novela se basa en las historias que ha oído en su familia desde que nació y está ambientada en una región ficticia de los Balcanes, en plena guerra. Dominada por el realismo mágico a lo García Márquez y el humor desesperado de Mijhail Bulgakov, consigue fascinar por su capacidad de mezclar realismo y fabulación. «Es una saga familiar, de un narrador y su relación con su abuelo, doctor en medio del panorama de muerte durante la guerra», señala Obreht.

El más veterano y quizá mejor del grupo es Junot Díaz, cuyos magistrales «Los Boys» y «La maravillosa vida breve de Óscar Wao», por el que ganó el Premio Pulitzer, han maravillado por su frescura y capacidad de observación. Nacido en Santo Domingo, criado por mujeres, a los ocho años voló a Nueva Jersey para reecontrarse con su padre y el contraste entre los dos mundos acabó por hacerle explotar su imaginación. «Estados Unidos sigue siendo un país muy racista. Además, si eres dominicano, eres negro y latino, así que te odian», afirma Díaz.
El escritor más sosegado, analítico y emocional es el nigeriano Teju Cole. A pesar de que nació en Nueva York, pasó toda su infancia en Nigeria y allí entró en contacto con la tradición oral de la África meridional. Acantilado acaba de publicar «Ciudad abierta», por la que ha ganado el premio PEN/Hemingway. La novela nos descubre a un joven psiquiatra nigeriano cuya afición es recorrer las calles de Nueva York y pensar en sí mismo y sus circunstancias. Sutilidad, emoción, profundidad psicológica y radiografía de toda una ciudad, todo se mezcla en un ejercicio exquisito de narrativa total. «Cuanto más conozco la sociedad estadounidense, más pienso en mis raíces nigerianas. Es extraño», comenta Cole.

Desde Rusia llega el más encantador y divertido del grupo, Gary Shteyngart. Nació y pasó su infancia en San Petersburgo dentro de una familia judía. A los siete años emigró a Estados Unidos sin hablar inglés. Todavía le cuesta disimular su acento ruso, pero escribe en un inglés brillante. Tras el éxito de «Absurdistán», ahora regresa a las librerías españolas con «Una super triste historia de amor verdadero» (Duomo), novela en que le da otra vuelta de tuerca a los tópicos de la comedia romántica. «El humor es lo que tengo, es lo que soy, la novela tiene que ser una gran fuerza de entretenimiento», afirma.

Los grandes inmigrantes del siglo XX
Estos «nuevos» americanos han sucedido desde las grandes marchas de inmigrantes de principios del siglo XX. Ejemplos hay cientos. Henry Roth, autor de «Llámalo sueño», la mejor novela de la infancia en una gran ciudad, nació en Hungría. Otro judío ilustre asentado en Estados Unidos, el premio Nobel Isaac Bashevis Singer, nació en Polonia, claro que él también escribía en yiddish. Incluso podríamos incluir a un italiano célebre, Mario Puzo, autor de «El padrino». Luego hay ejemplos aparte, como el gran Nabakov, que empezó a escribir en ruso para acabar dejando clásicos de la literatura anglosajona como «Lolita». U otro polaco, y de los raros, Jerzy Kosinski, cuyo «Bienvenido mister chance» es un hito de la novela corta. Otros ejemplos en el siglo XXI son la india Akhil Sharma, la iraquí Diana Abu Jaber o el afgano Khaled Hosseini. Y hay que añadir al vietnamita Nam Lee, aunque al
final se nacionalizase australiano.