Bruselas
Europa a tres velocidades
En la madrugada del miércoles al jueves se consumó en Bruselas un hecho político de gran trascendencia para el futuro de España dentro del proyecto de construcción europeo: nuestro descenso oficial a la segunda división europea. Una categoría que nos deja a medio camino entre los países líderes y aquéllos que conforman una tercera división de países intervenidos explícitamente –y de la que Irlanda es quien tiene más posibilidades de «ascenso»–, mientras que ya se asume oficialmente que Grecia no podrá abandonarla en muchísimos años, si es que alguna vez puede hacerlo.
En esta segunda división europea nos han colocado, donde algunos en Europa siempre quisieron vernos: en compañía de Italia. Y lo cierto es que Italia está más cerca del «descenso» que la propia España aunque, no nos engañemos, esto puede cambiar en cualquier momento, cuando se materialice en España el incumplimiento del objetivo de déficit público del 6% para 2011 y si la clase política italiana deja de hacer todo lo posible por deteriorar la percepción internacional sobre la capacidad de regeneración de su sociedad.
Un objetivo estratégico para el próximo Gobierno de España debiera ser –hoy igual que en el momento de lanzamiento del euro– separarse del destino de Italia y «ascender» al grupo de países que deciden el rumbo de Europa en el mundo.
Al sector financiero español, a los empresarios que requieren de su financiación, a los trabajadores y a todos los españoles, se nos ha pasado al cobro la factura de la intervención consentida y silenciada del mes de agosto. El apoyo del Banco Central Europeo a la deuda pública española no podía ser gratis y ayer se materializó el primer pago político y económico.
Para España se ha tocado el silbato para culminar definitivamente la reestructuración y saneamiento del sistema bancario español en su conjunto. Pensar que las necesidades de capital del sistema bancario español se concentran exclusivamente en la parte más diversificada del mismo, y precisamente por sus tenencias de deuda pública, sería un error casi tan imperdonable como la «negación» de los problemas a la que asistimos en España desde 2008.
Aunque España recibió su cuota de atención y preocupación en la sucesión de cumbres europeas, lo cierto es que el tema central a tratar esta semana era Grecia y el posible contagio financiero. Y en este aspecto la eurozona todavía está lejos de poder demostrar al resto del mundo que tiene un marco institucional y de funcionamiento que le permita, por una parte, resistir la suspensión de pagos de uno de sus países miembros y que, de cara al futuro, el euro pueda cumplir su función fundacional de moneda garante y promotora de la estabilidad económica.
Fernando Navarrete
Director de Economía y Políticas Públicas de FAES
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