Despidos

Reforma laboral: y ahora qué por Florentino Felgueroso

Ha pasado un año desde la aprobación de la última reforma. La quinta en el último cuarto de siglo. Todas han intentado resolver el desaguisado que generó la del 84, aquella que abrió la puerta al uso masivo de los contratos temporales, la precarización de nuestro mercado de trabajo.

La Razón
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Desde entonces, éste reacciona de forma bulímica a los ciclos económicos, no conseguimos levantar cabeza en materia de productividad (aquella que se parece al colesterol bueno, no la que se genera destruyendo empleo), la formación en las empresas se ha visto seriamente perjudicada, pero también nuestras tasas de fertilidad y la emancipación de nuestros jóvenes. Esta vez tampoco ha funcionado. El Gobierno la utilizó primero como estandarte del paquete de reformas que nos sacarían del atolladero. Pero ahora, por fin, reconoce su fracaso y tira la toalla. Ni siquiera pondrá en marcha el fondo de capitalización a la austriaca que pretendía cerrar esta reforma laboral.
Ni esta reforma ni las anteriores han tenido éxito. Las hemos tenido de todos los colores, fruto o no del diálogo social. Ya deberíamos haber aprendido la lección. Mientras que existan unos contratos con una duración determinada y una menor indemnización por despido, lo lógico es que las empresas los utilicen de forma masiva, más aún cuando están atadas de pies y cabeza por una negociación colectiva que tampoco se tiene intención real de reformar. Quedan ya pocas soluciones en materia de contratación. En realidad sólo una: el contrato único. Que se acabe esta distinción absurda entre trabajadores con contratos temporales o indefinidos. Que las relaciones laborales duren lo que duren, pero que no se les limite, ni se establezcan incentivos para acabar con ellas antes de lo debido. Si se apuesta por esta vía para los nuevos empleos, mejor que sea con indemnizaciones crecientes con la antigüedad, tal como venimos reclamando desde el ámbito académico. Y mejor aún si viene combinado con un fondo de capitalización a la austriaca. Ni sindicatos ni empresarios están por la labor. Demasiado interesados en preservar el actual modelo de relaciones laborales. Pero si el próximo Gobierno quiere cambios eficaces, éste es el camino que debería tomar. La transición será lenta, no la retrasemos más.